La Quinta María de Lourdes es uno de los principales íconos arquitectónicos de la parroquia Aurelio Bayas. Fotos: Xavier Caivinagua / para CONSTRUIR.
Por la calidad de su intervención recibió el galardón al mérito patrimonial por parte del Concejo Cantonal de Azogues, el pasado 16 de abril.
La Quinta María de Lourdes, que fue construida entre finales del siglo XIX e inicios del XX, es uno de los principales íconos arquitectónicos de la parroquia Aurelio Bayas, de la capital cañarense.
Durante tres años y medio se realizó la restauración y ampliación de esta casona, que originalmente fue una hacienda agrícola. El inmueble tiene 330 metros cuadrados de construcción y se agregaron otros 170 metros con una pérgola de vidrio y hierro.
En cada uno de los tres niveles hay un sistema constructivo diferente. El sótano, por ejemplo, fue edificado con piedra caliza extraída de una mina que existía en el cerro Abuga, que está ubicado en la misma zona. La extracción de ese material está prohibida en la actualidad, dice el director de la intervención, Freddy Calvo.
Las puertas y ventanas de la casona son originales.
Con esa piedra, precisamente, se construyeron las principales edificaciones de Azogues como la Catedral y la iglesia de San Francisco.
“No es un material tan duro, lo que permite trabajar sin mayores inconvenientes. Las piedras se colocan una sobre otra con amalgamaza de lodo, que también es de la zona. Es una tierra de buena calidad”, explica el arquitecto.
Originalmente, ese sótano fue un granero y una caballeriza. En ese nivel colocaron una pérgola para usarla en eventos sociales. También se habilitó una batería sanitaria.
Estas incorporaciones tienen un estilo rústico para evitar un impacto visual.
La iluminación para destacar la textura de las piedras se escondió en una placa de hierro que casi no es visible y se esconde entre las vigas que conforman el techo.
Calvo dice que su propuesta busca mostrar las imperfecciones y características de los materiales y entender la geometría del lugar. En función de esos conceptos se adaptó la ampliación.
La piedra se extraía de una mina, en el cerro Abuga.
El piso de tierra se reemplazó por hormigón, que brinda facilidades de uso y limpieza y, otra vez, se evidencian sus fallas e imperfecciones.
Los muros de piedra del sótano tienen 90 centímetros, al igual que los de adobe del segundo piso. En este último caso, las paredes interiores estaban recubiertas con empañete de cal, pero al realizar las nuevas instalaciones para su uso actual y que se adapte a las necesidades contemporáneas, “se tuvo que abrir parte de las paredes”, dice Calvo.
Según el experto, en la recuperación se usó la técnica original, pero con empañete con tierra, paja y guano de caballo. “Eso ayudó a tener una mezcla con mucha plasticidad, que no tenga trizaduras”.
La mayoría de la estructura de madera tiene ensambles y estaba en buenas condiciones. Esta técnica sin usar clavos casi no se usa en la actualidad, resalta Calvo. Eso permite que no suene la madera de la casa porque todo forma una sola estructura o elemento. “Es un legado de la arquitectura antigua”.
Prácticamente no había humedad, a excepción de una parte de la terraza del tercer nivel porque estaba expuesta a la intemperie. Este último espacio fue construido con la técnica del bahareque para que sea liviana y no genere complicaciones a la estructura, en general.
Antes de iniciar los trabajos se trató la madera para evitar el ingreso de polillas.
En la parte inferior de unas paredes de ese tercer piso se evidencia la técnica del zócalo de madera, “que era muy común en Azogues. Estaba intacto porque estaba cubierto con fibrocemento”, dice Calvo. Según él, el carrizo estaba en buenas condiciones, al igual que los amarres con fibras naturales.
La vista es una de las principales cualidades de la Quinta María de Lourdes. Desde allí los visitantes pueden observar los cerros Cojitambo, Tablón y Abuga. Además, la catedral de Azogues y la iglesia de San Francisco.
Las puertas y ventanas son originales, a excepción de la puerta principal que fue cambiada porque estaba en malas condiciones, pero la nueva conserva el estilo de la casona.
“La polilla estuvo prácticamente controlada, sin embargo, el primer proceso que cumplimos fue hacer un tratamiento integral contra esos insectos”, recuerda Calvo.
El terreno tiene 4 500 metros cuadrados. Se pensó en el aprovechamiento con un área de césped para eventos en las tardes y de parqueadero.