Esta construcción bajo tierra cuenta con 800 hojas de paja toquilla y 30 fragmentos de caña guadúa. Los nativos se tomaron un mes para levantarla. Fotos: Juan Carlos Pérez / para Construir.
Un corredor bajo la tierra permite descubrir un pasadizo que lleva a un túnel en forma de L donde el silencio es apenas interrumpido por los suspiros del visitante.
Las paredes de tierra de aspecto amarillento, que aparecen en el camino, emanan una mezcla de olores que se confunden con el humo de incienso, de las velas y el barro.
Se percibe la madera fresca y el monte que los nativos tsáchilas utilizan en sus centros ceremoniales donde se realizan los rituales ancestrales.
La caña bambú, la paja toquilla y el pambil complementan esta construcción, bajo un metro de tierra. Fue construida siguiendo la tradición antigua de esta nacionalidad indígena de la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Ahora los nativos la muestran como su mayor tesoro arquitectónico tradicional que ha sido levantado por las nuevas generaciones de la etnia.
El orificio que luce dentro de las cabañas es el símbolo de la conexión con la luna y la luz natural.
El corredor tiene cinco metros de largo en línea recta y otros tres que se juntan con una curva que conduce a la entrada. Desde afuera da la impresión de que la toquilla lo cubre como una manta expandida en la tierra.
Abraham Calazacón, el mentalizador de la obra, dice que es la forma como sus ancestros edificaban chozas que servían de rutas para salidas rápidas.
Incluso eran los caminos más próximos para ir de cacería a la selva. De hecho, algunos nativos trataban de que los animales silvestres, que cazaban para su subsistencia, tomaran esos atajos para detenerlos con más facilidad.
Santiago Aguavil, de 80 años y experto en tradiciones tsáchilas, cuenta que este tipo de cabañas bajo tierra tenían diferentes usos y propósitos.
En lo espiritual, las utilizaban para fusionar los elementos tierra, luz y aire.
En los rituales, estos tres aspectos ayudaban a generar las energías que necesitaba un chamán de la etnia para detener situaciones negativas o para pedir bienestar, agrega Aguavil. Esta fusión de elementos dan lugar a la cosmovisión de las creencias tsáchilas.
La proximidad con un río permite a los tsáchilas mantener sus chozas en su estado natural.
Las dos construcciones de este tipo que se levantaron en la comuna Chigüilpe, en la vía Santo Domingo-Quevedo, son utilizadas tan solo para rituales. También para mostrar a los turistas cómo fue el pasado de los ancestros de este pueblo. El gobernador de la etnia, Javier Aguavil, explica que en la actualidad dentro de las covachas se practican rituales con turistas que acuden a ellos en buscan de la paz interior.
Ahí se los invita a probar la bebida del ayahuasca, al contacto directo con plantas medicinales y a los baños de cajón.
En la comuna aún hay las cabañas de la época de los primeros tsáchilas.
Las que tienen más de 50 años existencia son solo simples aberturas en la tierra de forma vertical y circular.
En cambio, las que se construyeron hace menos de 15 años llevan piedras, escaleras y barro solidificado.
Flavio Calazacón, quien conoce la técnica antigua, dice que, a diferencia de las primeras, las más recientes cuentan con canales que evitan que el agua penetre con facilidad en su parte subterránea.
Él la define como una construcción mucho más estética que, incluso, permite que más de dos personas ingresen al mismo tiempo.
Los comuneros se tomaron un mes y aprovecharon la cercanía que tienen con una plantación de caña y paja para construir el centro ceremonial.