En el Museo de la Cervecería se conservan elementos de la época: barriles, embotelladora y bandeja de enfriamiento. Los expertos trataron la madera para evitar a las polillas. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Después de seis meses de arduo trabajo, finalmente está listo el Museo de la Cervecería del Convento de San Francisco, ubicado en el Centro de la capital.
El lugar fue intervenido tras sufrir daños, sobre todo en la cubierta, paredes y suelo, producto del paso de los años y de la filtración de agua.
La antigua cervecería franciscana se ubica en el extremo noroccidental del claustro de servicios. Para llegar a ese lugar es necesario transitar por la Calle de la Amargura.
Ese escenario fue construido sobre una planta rectangular conformada por muros anchos, elaborados con material mixto: piedra, ladrillo y tierra.
Antes de la restauración integral, los especialistas detectaron los siguientes problemas: colapso total de la cubierta, que antes disponía parcialmente de un cielo falso de malla; cemento y arena en forma de artesa.
Las estructuras de madera fueron tratadas con químicos y se las recubrió con laca. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
La madera de la cubierta estaba afectada por xilófagos y por la humedad, al igual que la de puertas y ventanas. Las instalaciones eléctricas e iluminación estaban inhabilitadas por sus malas condiciones y por temas de seguridad.
Después de los trabajos, el lugar luce impecable. Héctor Vega, arquitecto técnico del Plan de Gestión del Convento Máximo de San Francisco, contó que la madera fue tratada con material para evitar la humedad y a las polillas. También la lacaron.
En la cubierta se reemplazaron algunas tejas, mientras que en el techo colocaron un nuevo cielo raso de estuco, manteniendo la forma original en artesa. “Cambiamos solo el material afectado. Mantuvimos el estilo”.
De acuerdo con Vega, en la antigua cervecería franciscana prima un estilo colonial, diferente al que reina en los claustros. Explicó que la variación de estilos se debe a que la obra se construyó en diversas etapas.
Según datos históricos recopilados de varios libros, la edificación del convento se inició entre 1535 y 1537. La construcción integral duró alrededor de 150 años. La edificación contó con mano de obra local.
Los especialistas también repararon las puertas y ventanas que estaban en buen estado y reemplazaron las dañadas con materiales y acabados similares a las existentes para mantener el estilo.
Se incorporaron nuevos sistemas eléctricos, de iluminación y de seguridad. Se abrió un muro para realizar una conexión con otras áreas.
El experto señaló que la madera que utilizaron durante la construcción de ese espacio es rústica y que gran parte proviene del eucalipto.
Durante los seis meses de trabajo también se recuperaron los elementos -26- con los que los padres franciscanos elaboraban la cerveza artesanal. Muchos de esos objetos están ubicados en el mismo sitio. Se conservan intactos el horno, barriles, bandeja de enfriamiento, corchadora y embotelladora.
La cerveza artesanal de los franciscanos se realizaba con cebada y servía para el consumo interno. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Vega se mostró satisfecho con la recuperación de ese lugar, pues aseguró que así atraerán a más turistas.
Para facilitar el recorrido por ese lugar, se colocaron incluso carteles con datos claves para entender el funcionamiento de la cervecería. También hay guías listos para iniciar el recorrido.
En una de esas ayuda-memoria se lee, por ejemplo: “con base en el testimonio de los frailes, se conoce que las haciendas y los pueblos cercanos al convento donaban la cebada como limosna. Asimismo, los miembros de la comunidad franciscana revelaron que, durante los años cuarenta del siglo XX, tanto el lúpulo como la levadura eran proporcionados por la Cervecería La Campana, que funcionaba en las proximidades del Conjunto Conventual”.
La reestructuración integral de ese espacio -hubo un primer mantenimiento en los años 80- se realizó con el dinero obtenido en la Teletón Quito Solidario del 2014. El evento fue organizado por la Unidad Patronato Municipal San José. La supervisión de las obras y el manejo de los recursos económicos estuvo a cargo de la Unesco Quito.