Las esculturas de Ana María Ormaza tienen como ‘código de barras’ leyendas. Fotos: Armando Prado / EL COMERCIO
La cerámica es una consumada celotípica. Basta una mínima falla, una sola equivocación en el porcentaje de los bizcochos de arcilla (mezclas) o un medio grado centígrado de más o de menos en el horno, para que la figura que se ha trabajado con tanto afán se rompa, se fisure o se chamusque. Y se pierda sin remedio.
Cosas parecidas suceden con la alfarería o con el vidrio pues, básicamente, siguen los mismos procesos.
Esas contingencias las han sufrido y las viven todos quienes aman la alfarería y las artesanías en vidrio.
“Trabajar con el barro es mucho más difícil de lo que parece y requiere de grandes dosis de paciencia y minuciosidad. Y de muchos años de práctica”, expresa María Luisa Barahona, una de las ocho miembros del colectivo Artefuego, cuyo taller queda en el Centro Comercial Plaza Cumbayá, en esa población del noreste de Quito.
Este busto de cerámica con acabado rústico es una creación de Paulina Guarderas. La fina proporción y la escala humana prevalecen.
A pesar de que ya tenemos muchos años metidos en este oficio-entretenimiento, explica Barahona, siempre que metemos la pieza en un horno que ha alcanzado los 1 250 grados centígrados sentimos una especie de desasosiego; una inquietud que solo cesa cuando la sacamos y vemos que está completa, intacta, hermosamente terminada.
¿Y cuándo la pieza no sale como se quiere? Pues, con creatividad también puede servir . Y mucho. Un ejemplo es la escultura de una mujer que salió ‘cuarteada’ del horno y su autora, Ana María Ormaza, la revalorizó mostrando esas fallas, pero de una manera muy estética.
De hecho, este y los trabajos más representativos de siete de las ocho artistas se exponen actualmente en Dejavú by Zientte posee en Cumbayá, frente al reservorio.
Esta dama en estado de meditación es una muestra de la policromía y pulcritud que impone en sus trabajos la artista Patricia Cevallos.
En esa tienda muestran su verdadera dimensión cerámicas y vidrios de diversas tendencias, formatos y estilos de María Luisa Barahona, Patricia Cevallos, Ana María Ormaza, Carmen Sevilla, Ximena Arroyo, Paulina Guarderas y Jeannette Bolek. No expuso María Elena Molina porque no estuvo en el país.
Todas estas ceramistas tienen una vida hecha en otros ámbitos y se unieron, explica Barahona, para compartir sus momentos de relax realizando algo creativo y dando rienda suelta a sus habilidades escondidas.
Barahona mismo es una empresaria y emprendedora de éxito y es dueña de las tiendas Dejavú by Zientte. Ana María Ormaza ha trabajado mucho tiempo en cine y publicidad como asistente de cámara (estudió fotografía cinematográfica en Brasil). Molina, Bolek, Guarderas, Sevilla y Cevallos también tienen otras aristas profesionales.
Estas cabezas estilizadas en cerámica de una familia son producto de la imaginación de María Luisa Barahona. El acabado es óptimo.
Empezamos jugando con la arcilla, hasta que el barro obedeció a nuestras manos, afirma Ana María Ormaza, quien presenta en Dejavú parte de su colección Amo.
“Nos juntamos hace ocho años y, con el tiempo, llegamos a conformar el taller donde aprendieron el arte de fundir cera en barro. La gran arcilla que existe en la zona de Cumbayá-Tumbaco colaboró con nuestro éxito. La experimentación nos llevó a encontrar nuevos tintes, óxidos y cloruros que nos ayudan a obtener resultados óptimos y a realizar nuestros sueños”, expresa Barahona con seguridad.
Pero el aporte del taller Artefuego para la sociedad escaló una nueva grada.
Ahora están impartiendo clases de cerámica al público en general. Lo hacen en el local 102 del Centro Comercial Plaza Cumbayá. Lunes y miércoles, de 10:00 a 13:30; jueves, de 17:00 a 20:30.