Una ‘caverna’ moderna que se esconde en un viejo edificio

Los tonos marrones se incorporaron en los espacios por la presencia del ladrillo.

Los tonos marrones se incorporaron en los espacios por la presencia del ladrillo.

El metal en tono oscuro es protagonista en la vivienda intervenida por el creador multidisciplinario Aquiles Jarrín. La vigas están a la vista. Fotos: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Un edificio ubicado en las calles Oriente y Guayaquil -construido en los años 70- acoge desde finales del 2019 a Aquiles Jarrín y a su familia.

Su departamento está en un tercer piso, desde donde se divisan el Panecillo, el tradicional barrio de La Tola y el Pichincha, pero también las fachadas republicanas de varios edificios patrimoniales.

Ese paisaje, precisamente, es el que este creador multidisciplinario deseaba contemplar desde hace cinco años, cuando regresó al país tras su paso por Argentina. Ahora disfruta del paisaje a diario desde los ventanales que rodean al departamento, de 120 m² aproximadamente.

Esa postal se divisa en su totalidad gracias a una intervención, en la que dejó de lado un diseño interior tradicional. Había paredes, espacios bien delimitados y oscuros. “Lo encontré perfectamente domesticado”. Las paredes estaban enlucidas y pintadas, y en el piso había porcelanato.

Los tonos marrones se incorporaron en los espacios por la presencia del ladrillo.

Ahora, se trata de un espacio diseñado para satisfacer las necesidades de todos los miembros de la familia: amantes de la naturaleza, de la lectura, del arte y de las buenas conversaciones. Por eso la vivienda carece de paredes; en su lugar hay divisiones hechas con metal, que hacen las veces de mobiliario. Allí se colocan complementos decorativos, por ejemplo. Tampoco hay puertas. Con el tiempo, dice, colgará unas láminas imantadas que se cerrarán y abrirán según las necesidades de los habitantes.

Ese mobiliario es lo único que separa el área privada de la social, donde la cocina es el único ambiente fijo. “La gente entra y se sienta donde yo jamás me habría sentado” y eso es lo que la familia buscaba, que se apropien de espacios.

Para lograr aquello, Jarrín intervino un departamento distribuido convencionalmente. Derribó paredes y con un trabajo minucioso, casi escultórico, trajo a la ‘vida’ materiales originales de la construcción como el hormigón y el ladrillo. Este último, presente en dos paredes del departamento, marcó la presencia de tonos marrones, los mismos que contrastan con el negro y una paleta de grises. Así es como el espacio se torna contemporáneo, pues también hay presencia de metal, que aparece en forma de vigas donde la familia coloca libros.

Las vigas de metal tienen la misma dimensión de las columnas -30 x 30 centímetros- y funcionan como espacios de almacenamiento.

Están cerca del techo, pero también el piso, donde se destaca el hormigón pulido. La altura piso-techo, de 3 metros, le permitió incorporar diferentes niveles, los mismos que generan unas dimensiones más lúdicas y gran espacio de almacenamiento.
Las vigas miden 30 x 30 centímetros, al igual que las columnas, y según Jarrín representan árboles. Por esa razón, desde las vigas superiores cuelgan plantas que en un futuro cubrirán las paredes y techos del departamento.

La presencia de la naturaleza genera sensación de libertad y vitalidad, por eso incluyó un jardín en el interior que se alimenta de la luz y ventilación natural del lugar. El diseño y la nueva puesta en escena tomó alrededor de seis meses.
E
n ese edificio funcionan tres locales comerciales, una imprenta y 16 departamentos, distribuidos en cuatro pisos.

En los pisos de este departamento hay hormigón pulido y madera. 

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