Pedro Calle e Isadora Espinosa en su vivienda, ubicada en Puembo. Allí resalta la naturalidad de materiales como la madera. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO
Poner tablas, clavarlas, fundir el piso, levantar paredes, poner vidrios y luces, asentar inodoros y colocar tuberías son solo algunos de los trabajos que Pedro Calle e Isadora Espinosa realizaron con sus manos.
El resultado fue una vivienda con un estilo que Espinosa define como “honesto”, debido a la ausencia de “maquillaje” sobre los materiales nobles que predominan en la construcción como madera, metal, tierra de adobes, cerámica y piedra en diversos formatos.
El arquitecto cuenta que trabajaron durante mucho tiempo construyendo casas y haciendo diseño interior y de viviendas. Pero hace seis años dejaron estas ocupaciones. Les resultaba bastante demandante y de oficina.
Así que la joven pareja decidió dedicarse a lo que realmente le gusta: crear cosas juntos con sus manos. Volvieron al país luego de años en el extranjero y con ellos llegó la idea de lo que sería Casa Taller.
Esta construcción tiene 200 metros cuadrados.
Más que la construcción de la casa, para la pareja era importante el espacio de taller en el que puedan trabajar y, al mismo tiempo, vivir en familia. De los 200 m², 110 m² corresponden al taller en el que hacen cerámica y carpintería y 90 metros cuadrados conforman la casa donde viven junto a su hijo Lucas.
El proyecto se denominó así por la posibilidad de permanecer en una constante relación entre un espacio y otro. “Hay momentos en los que hacemos cosas del taller en la casa, otros en los que comemos en el taller”, comenta Calle.
Para Espinosa, en la casa predomina lo natural de la materialidad, que no se cubre, ni siquiera en los errores. No se muestran lacas y hay muy poca pintura en algunas paredes.
En esta casa las plantas tienen un sistema de autorriego.
Al interior, el color es sinónimo de paz. A ese estado contribuye el ingreso de abundante luz natural, pero también por el estado natural de los materiales. Predomina una gama de tonos neutros y elementos con su tono natural.La búsqueda de esta pareja consistía en una casa pequeña y funcional, que no permita la acumulación de cosas innecesarias sino que se convierta en un espacio reducido pero acogedor para todos.
Levantaron una residencia rodeada del entorno campestre de Puembo -nororiente de Quito- y caracterizada por la fluidez y sencillez de sus espacios, capaz de dar valor a la arquitectura y al diseño interior.
La parte habitable de Casa Taller consta de un solo espacio conformado por la sala, el comedor y la cocina en la planta baja. Además de la arquitectura y la estética de estos espacios, tanto en sus acabados como en el mobiliario, se destaca un parqueadero para bicicletas y una gran alacena cerrada.
La vivienda está rodeada de vegetación y de un jardín.
La decoración es simple, pero con carácter. Resaltan los textiles y los elementos de cerámica que la pareja también realiza, al igual que lámparas de cerámica que se destacan en la iluminación. Hay otras luminarias tipo industrial que se complementan con la pureza de los espacios.
La sala es uno de los sitios favoritos de la familia, al igual que el porche contiguo, donde sobresalen un par de sillas Acapulco y un muro de piedra. Desde ahí, la vivienda se conecta con un amplio jardín.
El segundo piso consta de dos habitaciones: una en cada extremo. En los dormitorios hay un gran ventanal con marco de madera que se abre y cierra como una puerta pivotante.
Estas habitaciones se conectan a través de un corredor. Ahí se destaca un baño amplio con una altura significativa que acoge gran cantidad de luz.
Varias plantas se encuentran en la parte superior del inodoro y cuentan con su propio sistema de autorriego. El otro espacio es multiusos. Tiene vista hacia la parte baja de la casa y, gracias a eso, también hacia el jardín y la vegetación exterior.