El arquitecto Mauricio Acosta, en la sala de su casa, desde donde se conecta con la naturaleza a través de un cristal. Julio Estrella/ CONSTRUIR
Un ventanal ubicado en el primer piso, en un costado de la sala, es el recurso que Mauricio Acosta utilizó para conectarse con la naturaleza.
Desde esa ventana el arquitecto disfruta de los rayos del sol, abundante luz natural y el desfile de pájaros de diversos colores y tamaños.
Su vivienda, de 260 m² de construcción, fue edificada hace ocho años en un terreno con forma irregular, junto a la quebrada del río Machángara.
La topografía del espacio sedujo al arquitecto, pues le permitía desarrollar lo aprendido en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador y, además, estar siempre rodeado por la fauna y flora característica del sector.
Antes de edificarla, cuenta, analizó todos los detalles, incluso el recorrido del viento. Esa observación minuciosa le permitió evitar los olores provenientes de la quebrada.
En ese lugar abundan árboles y otras especies vegetales de menor tamaño.
Para sentirse como en el campo, Acosta incluso dejó que plantas trepadoras rodearan el espacio comunal que está en el exterior y donde con frecuencia se reúnen los miembros de la familia -tiene dos hijos- para disfrutar del aire fresco.
“Tiene un aspecto un poco selvático y eso me agrada mucho”, dice el arquitecto, que también diseñó el mobiliario de la casa. Sus trabajos están en la sala, comedor y cocina.
El mobiliario de la cocina fue diseñado por Acosta y elaborado por artesanos de San Antonio de Ibarra. Foto: Julio Estrella/ CONSTRUIR
Con orgullo afirma que contó con la ayuda de artesanos oriundos de San Antonio de Ibarra para la elaboración de los diferentes muebles.
La vivienda de Acosta está compuesta por dos volúmenes: uno de ellos es inclinado. En el primero está también un cuarto de máquinas, mientras que en la planta alta hay cuatro dormitorios. En uno de esos se alojan las visitas.
Afirma que se trata de un diseño funcional, que se acopla a las necesidades de las familias modernas. “Yo creo que la casa ideal debe tener, más o menos, este metraje. No es ni muy grande ni muy pequeña”.
Así son, precisamente, las viviendas que ofrece a sus clientes en Cumbayá. “Nos especializamos en la construcción de casas con cuatro cuartos, una propuesta poco explotada en nuestro medio”.
La casa es de hormigón armado. En el interior se destacan detalles de madera de seike y materiales como el porcelanato y piedra pizarra, en tonos neutros. Los mesones de la cocina son de granito.
El dormitorio máster también tiene vista hacia el exterior. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Las paredes son completamente blancas, mientras que en el mobiliario y complementos decorativos resalta el rojo. Ese tono está en un florero, en las sillas del comedor y en los sillones de la sala. En la habitación máster también hay una silla con el tapiz de color rojo.
Desde esa habitación, precisamente, Acosta y su familia disfrutan de la postal que se aprecia al entrar en la vivienda.
Acosta cuenta que cada dos años, junto a su esposa que también es arquitecta, retapizan los muebles para dar “otro aire” a la vivienda.
La decoración anterior resaltó con tono azul. Ese color estaba en complementos específicos por toda la vivienda, incluyendo el estudio y la cocina.
Por el uso de esos colores, mobiliario y diseño describe a su morada como una casa con estilo minimalista.
En las diferentes estancias de la casa hay únicamente los elementos que la familia necesita para vivir. En las paredes que conforman la sala se destacan fotografías enmarcadas de sus dos hijos. El mayor estudia Arquitectura, en Alemania.
En ese mismo espacio, en el que también se reúne la familia, hay una chimenea funcional, que se enciende cuando la temperatura desciende, aunque Acosta reconoce que sucede en contadas ocasiones, pues el clima es agradable.