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Arata Isozaki, el arquitecto nacido del vacío de la guerra ganó el premio Pritzker

En esta foto, tomada el 15 de octubre del 2017, aparece la torre Generali (izq.), también llamada torre Hadid, diseñada por el estudio Zaha Hadid, y la torre Allianz (der.), diseñada por los japoneses Arata Isozaki y Andrea Maffei en la vecindad de Cityli

En esta foto, tomada el 15 de octubre del 2017, aparece la torre Generali (izq.), también llamada torre Hadid, diseñada por el estudio Zaha Hadid, y la torre Allianz (der.), diseñada por los japoneses Arata Isozaki y Andrea Maffei en la vecindad de Cityli

El arquitecto Arata Isazaki posa junto a un edificio, obra del arquitecto italiano Pier Paolo Maggiora, en Turín (Italia), el 20 de diciembre del 2005. Foto: / Daniel Dal Zennaro/ EFE

Cuando Arata Isozaki tenía solo 12 años, las bombas atómicas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, ciudades cercanas a su Oita natal. El vacío que dejaron a su alrededor le hicieron plantearse cómo reconstruir los hogares y las ciudades y de ahí surgió el arquitecto que hoy, 5 de marzo del 2019, ganó el Premio Pritzker.

Nacido en Oita, en la isla de Kyushu (sur), en 1931, a medio camino entre Hiroshima y Nagasaki, los efectos de la Segunda Guerra Mundial marcaron su vida y su trayectoria profesional como arquitecto.

Creció con la idea de que los edificios son temporales y que mientras existen deben complacer los sentidos de los usuarios.

“Cuando fui lo bastante mayor para comenzar a entender el mundo mi ciudad natal estaba destruida. En la orilla de enfrente la bomba atómica había caído sobre Hiroshima, así que crecí en la zona cero", dijo el arquitecto en el comunicado de la Fundación Hyatt en el que se anuncia el Pritzker.

"Estaba completamente en ruinas -recordó-, no había arquitectura ni edificios, ni siquiera una ciudad. Solo me rodeaban barracas y refugios”.

En esta foto, tomada el 15 de octubre del 2017, aparece la torre Generali (izq.), también llamada torre Hadid, diseñada por el estudio Zaha Hadid, y la torre Allianz (der.), diseñada por los japoneses Arata Isozaki y Andrea Maffei en la vecindad de Citylife al oeste de Milán. Foto: Miguel Medina/ AFP

Por eso, su primer acercamiento a la arquitectura “fue el vacío de la arquitectura”. Y eso le hizo plantearse “cómo la gente podría reconstruir sus hogares y sus ciudades”.

A esa labor dedicó sus primeros esfuerzos como arquitecto y empezó a destacar durante la reconstrucción de Japón tras la Segunda Guerra Mundial.

Estudió arquitectura en la Universidad de Tokio y comenzó su carrera junto a Kenzo Tange (Pritzker en 1987), aunque pronto fundó su propio estudio, Arata Isozaki & Associates, en 1963.

Y se centró en la reconstrucción de su país. “Para encontrar la forma más adecuada para resolver los problemas, no podía centrarme en un solo estilo. El cambio era la constante. Paradójicamente, eso se convirtió en mi estilo”, recuerda el arquitecto.

Además, quería conocer el mundo para reflejarlo en su arquitectura, así que antes de cumplir los 30 ya había recorrido el globo. “Quería sentir la vida de la gente en diferentes lugares y viajé por todo Japón, pero también por el mundo islámico, pueblos en las montañas profundas de China, el Sureste asiático y las grandes ciudades de Estados Unidos. Trataba de encontrar oportunidades a través de las cuales me cuestionaba, ¿qué es la arquitectura?”, recuerda Isozaki.

Esa ha sido la pregunta a la que ha buscado dar respuesta en sus numerosos libros teóricos, pero también a través de una amplia variedad de edificios, con una mezcla de estilos que se adelantó a su tiempo.

El primer ejemplo de ello fue su proyectada Ciudad en el aire (1961), un plan futurista para la zona de Shinjuku (Tokio) en la que imaginó unos enormes edificios suspendidos pero diseñados con ligereza por su inspiración en la naturaleza.

Aunque no se construyó, fue el proyecto definitorio de la carrera de Isozaki, que comenzó a planear ciudades que pudieran asumir las elevadas tasas de urbanización y plasmó sus ideas de arquitectura, pero también de diseño, música o filosofía, en muchos tratados teóricos.

En la década de los ochenta era el arquitecto al que todos miraban, especialmente tras realizar su primer proyecto fuera de Japón, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (EE.UU.), realizado entre 1981 y 1986, un edificio de piedra roja y aluminio que juega con las formas geométricas hasta en su fuente frontal piramidal.

En 1983 empezó la construcción de otro de sus edificios más conocidos, el Palacio de San Jordi, un pabellón cubierto diseñado para los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, aunque se inauguró dos años antes.

La sede de Disney en Florida (1990), el Centro Cultural de Shenzhen (China, 2007),  el Pala Alpitout (estadio de hockey sobre hielo) de Turín (Italia, 2006), la Torre Allianza en Milán (Italia), el Centro de Convenciones de Qatar (2011) o el Museo del Arte de Kitakyushu (Japón, 1974) son algunas de sus obras más destacadas.

Casi seis décadas de trabajo que dejan sus obras en Asia, Europa, Norteamérica, Oriente Medio y Australia y que le han valido premios como el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 1996, la Cruz de la Orden del Mérito Civil en España en 1997, ser nombrado Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1997 o la medalla de oro RIBA en Reino Unido en 1986.

Isozaki, que es el 46 Premio Pritzker y el octavo de Japón, recibirá el galardón en una ceremonia que se celebrará en mayo en París y que estará acompañada por una lectura pública.