Juan Pablo Aguilar Andrade

Diego Pérez: manifiesto por la quietud

“Cabaret Montaigne” se titula la colección de ensayos que acaba de publicar Diego Pérez Ordóñez, quien monta un cabaret que merece su nombre: al entrar en él nos recibe el placer de la torre-biblioteca, retiro del filósofo para deambular entre libros, hojear o simplemente sentir el papel, leer, pensar y escribir. A eso nos incita el autor, llevándonos de paseo entre pocos escritores célebres y muchos menos conocidos o prácticamente ignorados; sus textos despliegan erudición literaria y un evidente afán de huir de las modas, de explorar y encontrar lo que la publicidad ignora y, entre pilas de volúmenes, dar con ese párrafo, esa línea que nos asombran por su construcción, por su ritmo, por su capacidad de expresar y mostrar cosas.

Esto se repite en la segunda parte del libro, en el que pareciera que la música o el viaje se convierten en protagonistas; en realidad, son otra forma de seguir hablando de libros, de conectarlos con sonidos, olores, lugares. Cada ciudad es un autor, o varios, y siempre un espacio para vagabundear, para ser recorrido sin prisas, sin pensar hacia dónde.

No creo errado afirmar que este conjunto de ensayos contiene un manifiesto por la quietud. El cerebro, lo dice Irene Vallejo, es una máquina fabulosa que trabaja despacio, requiere esa calma que encontramos en la lectura, en el lento proceso de entender y pensar.

Esto podría ser suficiente para interesarse por estos textos, pero hay más. Están cuidadosamente construidos, trabajados hasta encontrar las expresiones y las palabras precisas; da gusto leerlos. Si a esto añadimos el excelente trabajo de la editorial de la Universidad San Francisco de Quito, el hermoso diseño de Belén Mena y la impecable edición de Raúl Pacheco, lo que tenemos es un libro que no conviene perderse.

Para mi gusto personal, lo único excesivo son las citas textuales, muchas de ellas prescindibles. Diego Pérez tiene oficio y calidad literaria suficientes, y puede prescindir de voces ajenas.

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