¡El alma encogida!

La última vez que visité Nueva York todavía estaba el enorme cráter de Las Torres Gemelas. Todavía no se sabía cuál sería el monumento que honraría la memoria de esas miles de víctimas inocentes de uno de los actos más demenciales de la historia.

Recuerdo ese once de septiembre. Estaba con unas amigas visitando los pueblos rojos y negros cerca de Madrid. Pueblos abandonados con techos de pizarra. Entramos a tomarnos un refresco al único bar del villorio, donde cuatro ancianos de boinas negras y puro en las bocas miraban la pequeña televisión. De pronto salió en la pantalla un avión que chocaba contra una de las Torres. Al poco tiempo el otro avión. Las torres envueltas en fuego empezaban a derretirse... Una sensación de impotencia y terror nos invadió. Estábamos presenciando en vivo y en directo el infierno...

Hace pocos días, con uno de mis hijos y dos nietos, ingresamos al Museo Memorial... Lo único que puedo decir es que el alma se encoge, los ojos se encharcan, un nudo aprieta la garganta y el silencio dolorido de los visitantes se escucha atronador. Duele. Duele. Es como vivir, de pronto ,en carne propia lo que aconteció esa terrible mañana soleada,cuando las puertas del averno se abrieron para devorar en sus llamas miles de seres que se encontraban iniciando su día laboral, y cientos de pasajeros en esos dos acciones ya próximos a aterrizar .

Bajamos lentamente para recorrer paso a paso el sótano de una de las Torres. Restos de acero retorcidos por el fuego.... Escaleras calcinadas .Carros de bomberos convertidos en chatarra quemada... Seguimos... La Galería de fotografías con hombres tirándose por las ventanas en esa decisión desesperada de escoger el vacío ates de morir asfixiados .Zapatos cubiertos de ceniza... un reloj... el casco retorcido de un bombero.... Fotos alegres con los rostros de todas las víctimas, que jamás soñaron con ese fatídico final... Sueños rotos. Ilusiones perdidas... Un llanto quedo, intangible llena los espacios... Huele a dolor. Se toca el dolor. El dolor silencioso impregna el ambiente.

La otra Torre se ha convertido en una fuente rectangular, misteriosa, profunda, infinita. Desde ningún ángulo se divisa el fondo...Es insondable como es insondable el dolor de esa tragedia. También nos acercamos al Árbol Sobreviviente... Las llamas no alcanzaron a consumirlo y en un vivero le devolvieron la vida... Sus hojas verdes brillan y nos cuentan de la esperanza y de un nuevo amanecer....

Al final subimos al piso 101 de una nueva Torre de cristal. Desde arriba vemos N Y como una maqueta diminuta.... calles enfiladas, cuadras cuadradas... autos amarillos... luces de neón. El Hudson y el East River enmarcan Manhattan y la llevan al mar...La Estatua de la Libertad se ve lejana... no sé por qué...!

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