Luego de la gran victoria electoral de Correa, imaginé que los participantes a la marcha del FUT (Frente Unitario de los Trabajadores), este 1 de mayo, no serían numerosos mientras la marcha convocada por el gobierno tendría mayor convocatoria. Aconteció lo contrario.
Ecuador sabe lo que es perder territorio y ser derrotado en el campo de batalla, y si bien el tiempo reciente fue bondadoso en darle victorias militares seguidas de derrotas diplomáticas es ya historia resuelta; aunque mal concebida. Su disputa de límites y de definición de su espacio, algo indispensable para definir un Estado y ser país, es cosa del pasado. Bolivia, en cambio, no logra resolver una herida profunda, fruto de una conquista del vecino sin pretexto justificable y que el tiempo no puede darle razones, fue y es inadmisible. Perder territorio es inaceptable y es aún más privarle a un país de la vital salida al mar.
Ecuador se desgarra en interpretaciones legales para definir posiciones políticas. Se adaptan textos legales a conveniencia de posiciones políticas y los jueces dirimen lo que los políticos deben hacer sin escudarse en la ley, deliberar razones para orientar a la ciudadanía.
No basta vivir junto a los demás, sino vivir con los demás, convivir, sin que el otro sea enemigo sino miembro de una comunidad en la cual podemos confiar e inclusive juntos mejorar nuestras vidas, empezando por vivir en paz.
Las normas actuales del funcionamiento de partidos llevan a su concentración; favorecen a los más fuertes no a los partidos minoritarios. Además, el peso adquirido por AP o por Correa más precisamente, por ahora, refuerza la necesidad que los demás unan fuerzas. Si a las derechas les conviene integrarse, a las izquierdas aún más.
El Gobierno persiste en proyectar su funcionamiento interno al internacional, desconociendo la vida internacional. Los gobiernos que asumen al Estado y tienen políticas de largo plazo no lo hacen así; no trasladan sus disputas internas a la vida internacional.
Hacía y hace falta una derecha coherente e ideológica. Con premura, que un día se comprenderá, Correa alabó a CREO por ser una derecha ideológica. Desde su aparición, he considerado que CREO renovaba a de la derecha, el que más renovaba, sin que implique una clara definición ideológica; más bien requiere hacerlo más y construir prácticas que le den identidad.
Los católicos tienen un nuevo Papa. Los creyentes le dan significados en las pautas de la religión. Pero él será la cabeza de una organización poderosa de Occidente, así tiene también otros significados. Además, las Iglesias son una influyente organización en la vida de las sociedades en relación a ideas, comportamientos y prácticas de vida. Organización de poder y organización de influencia social no siempre van juntas aunque en América Latina tienden a fundirse, en gobiernos de todas las tendencias.
Chávez tuvo éxito en encarnar un viraje a la izquierda en América Latina cuando ganaba el Banco Mundial y Washington en las cabezas de políticos y empresarios; sin asumir América Latina como causa ni la pobreza como prioridad. Pero lo hace sin proyecto ni ideas, como bien lo dice el Socialismo del siglo XXI, que se hace camino al andar.
Quito vive otro festival internacional de jazz. Habría sido impensable hace 10 o 12 años una orquesta sinfónica de jazz y que composiciones musicales típicas nacionales sean reinterpretadas en jazz, faltaba la gente para hacerlo, concebirlo y tocarlo. El Ecuador se ha vuelto abierto a las modernidades sin que sienta amenaza, es que desde hace varios años, se afirma como país, incluido con la protesta callejera y golpes de Estado.
Privilegio y virtud de la victoria no es poder hacer cualquier cosa sino no ocuparse más de ganar poder. Eso puede ser el mayor privilegio de una victoria electoral excepcional. Correa se va a retirar en 4 años, no debería tener más preocupación de seguir siendo siempre candidato, podría distanciarse de la pelea incesante. Aplicaría el programa que en principio aprueba el votante, y asumiría causas más transcendentes que una sociedad tiene y las condiciones las postergan. La lucha política es constante pero con tanta aceptación puede darse ese privilegio.
Según ciertas encuestas y el triunfalismo oficial, los resultados electorales están dados, Correa ganaría en primera vuelta y tendría el control del Legislativo. Sin considerar si eso es lo conveniente ahora ¿el fin y el modo cómo se lo logra, qué sistema crean o impiden? En democracia, nunca adquirida definitivamente, siempre en disputa, cada gesto de los actores públicos debería ratificar el sentido de democracia; en una campaña electoral aún más claro ya que se escoge quién adquiere poder. La campaña es una vitrina pública en la que no debería haber doble discurso de los competidores ni de los árbitros (CNE) sino poner en valor procedimientos de la igualdad de competencia, con transparencia para tener incuestionables resultados.
Cada sociedad ha inventado etapas, pasos de tiempos, fines de épocas y renovaciones. El sentido del diluvio es de una fase de renacimiento. A los Maya se les atribuye pronosticar un fin de mundo, cuando sería el de una nueva época. Las culturas andinas se han referido a un Pachakutik como el inicio de otra era, una renovación.
Ofrecer refugio a B. Al Asad es una excelente idea. Correa está presto a considerar la posibilidad y deja de lado la primera reacción del canciller condenando el rumor como un descrédito.
¿Cuál es en realidad la posición de Correa sobre el rol del Estado y la empresa privada? Desde que es presidente ha tenido numerosas declaraciones al respecto, no siempre concordantes, a veces contrapuestas, pues a ratos indica que defiende al sector privado, al ‘bueno’ claro está, y a otros pondera las virtudes del Estado o de las empresas públicas, para luego indicar que ante su ineficacia contratará a la empresa privada nacional o internacional. No hace mucho cuando se quejaba de la corrupción en la distribución de medicinas o en la gestión de hospitales, indicó que contrataría empresas internacionales para hacerlo. Al inicio de su mandato, cuando él se dotaba de una imagen de izquierda, solo juraba por las empresas públicas en el área petrolera pero terminó contratando a empresas privadas, o cerrando los ojos ante la muy primaria explotación capitalista de las empresas chinas, sin considerar su negligencia con el medioambiente o su dudosa eficacia.
Tanto se usó el término de “cambio” en política que se ha vuelto un valor. Se pregunta qué cambios hay en la competencia electoral. Para muchos de nosotros la sociedad y la política requieren ser transformadas, pero puede ser conveniente que acciones y posiciones iniciadas merezcan continuidad, después de todo las políticas no muestran sus virtudes en corto tiempo. Lo mismo con los actores políticos, la no continuidad de partidos tiene más de negativo que de positivo.
Lo que acontece en Colombia concierne al Ecuador, la geopolítica exige, somos vecinos y, aún más, le concierne el proceso de negociación para el fin de la guerra interna, en la cual se ha involucrado a Ecuador a pesar suyo. La porosidad de las fronteras define las circunstancias; tiene altos costos para Ecuador. Pero el país no es parte del proceso de negociación, cuando había podido ser mediador para la paz de las armas, ofrecer sus buenos oficios; retomar un rol activo de promotor de la paz. Ecuador perdió espacio, por discursos inútilmente altisonantes, acaso por desconocimiento, sin asumir lo construido por el país desde el pasado, lo que no fue poco. En la escena internacional, los simples discursos no hacen refundación, no es la escena nacional y devalúan lo adquirido. En todo caso, ya no es neta su imagen y postura de neutro y promotor de medios pacíficos que tanto tiempo le tomó construir.
Lasso sorprende. Su pre campaña y preparación desde hace años revelan una organización elaborada para hacerle un político de grandes competencias. Ahora escoge a un indígena como su binomio, Auki Tituaña y una mujer y afroecuatoriana, Mae Montaño, para encabezar la lista nacional. La derecha no fue la promotora de indígenas y afroecuatorianos, ahora gana medallas. Con un indígena al lado, aunque no le dé muchos votos, atenúa la imagen no-popular de banquero y de derecha, le acerca a un centro. Gana la imagen electoral. Sánchez de Lozada hizo lo mismo en Bolivia con V. H. Cárdenas (1993).
En cada elección cambiamos las reglas del juego para consolidar al poder gobernante o ganar más diputados. Son cálculos circunstanciales que no cimientan democracia; confirman en la ciudadanía que la política es dudosa, sin transparencia. Ahora, no es la excepción. El CNE sigue la tradición con normas que no llegan a tiempo, reglamentos que crean normas cuando no deberían, como por ejemplo establecer cláusulas de descalificación de candidatos o enrevesar las alianzas cuando hay que promoverlas. Se quiere garantizar al poder político del momento, mas no al sistema que convendría promover, es decir incrementamos nuestra inestabilidad. Mañana vendrán otros a deshacer lo actual e ir a sus propios cálculos. Desperdiciamos la legitimidad actual de establecer algo con visión de sistema. Peor aún, la desconfianza ciudadana se enraíza.
Cada cual pertenece a su generación, a su tiempo, con sus preocupaciones, vivencias, ideas, espacios de expresión (amigos, asociación, música...) en los que construye sus emociones y visiones, se manifiesta y crea pertenencia a un conjunto de anónimos que se piensa comulgan con uno/a. Hay varias culturas generacionales que se forman simultáneamente, pueden compartir ideas o moda, ‘el aire del tiempo’, pero las diferencias de condiciones sociales originarán distintos individuos.