En mayo cometí un error imperdonable. Patricio Moncayo presentaba su libro “La planificación estatal en el interjuego entre desarrollo y democracia” y yo tenía que comentar su libro, pero había señalado otro fecha en mi calendario y fallé al compromiso. Mi mejor disculpa es destacar cuán importante su estudio es en momentos como éste donde precisamente se ha olvidado la historia y en lugar de enmendar, se redobla el paso en errores del pasado.
Creo que muchas personas tienen como meta la búsqueda del poder; muy pocas personas saben para qué lo quieren. Hago esta reflexión a propósito de la canciller del Ecuador, María Fernanda Espinosa. Ahora que mucho río ha pasado de por medio puedo decir cuánta era la distancia entre ella y el entonces presidente Rafael Correa durante su primer período como Canciller. Entonces éramos amigas y en una rara ocasión reconoció cuán intransigente él era con sus ideas. Apenas unos días antes de que su sucesora, María Isabel Salvador se posesionara, tuve que escuchar del mismo Presidente decir de Espinosa “qué mujer tan difícil”. Lo recuerdo bien, porque me dolió.
A estas alturas, está clarísimo que Donald Trump superó con crisis el temor inspirado por la famosa novela de Richard Condon, “El candidato manchú”, sobre el político dominado por una poder extranjero, en plena Guerra Fría. El candidato infiltrado se volvió el presidente infiltrado y no se ha molestado siquiera en guardar las apariencias. Invitar al canciller ruso a la Oficina Oval y encima revelarle datos delicados de inteligencia no es maldad, es tontería. Estados Unidos se ha autoinfligido un daño inmenso al elegirlo, pero eso no es lo que debería preocupar al resto del mundo. No hay nada más peligroso que un líder ignorante, sin la mínima intención o capacidad para entender lógica simple, mucho menos los problemas que aquejan a la humanidad.
He andado el Perú por más de dos décadas, primero cubriendo las andanzas de Alberto Fujimori; luego estudiando sus políticas (o no) industriales y de desarrollo. Y aunque la opción de las elites peruanas desde el final de la dictadura de Velasco Alvarado ha sido aquello de “la mejor política industrial es la que no existe”, la realidad es siempre más porfiada que las frases hechas. Pues por casi dos décadas la mejor política de desarrollo, generación de valor agregado e inserción internacional del Perú ha sido la gastronomía; y el líder de ese movimiento tectónico, –por supuesto- Gastón Acurio.
Un estudio comparativo minucioso de los regímenes autoritarios contemporáneos (Putin, Erdogan, Chávez y su sucesor Maduro) sorprendería por la similitud extrema de las tácticas y estrategias . En todos los casos, el proceso de ahogamiento de lo que se considera una democracia abierta o liberal es lento, pero sostenido. Lo primero es desprestigiar a la comunicación independiente, considerada parte del “status quo”. Luego, convencer a la gente, vía propaganda ó victimización que todo lo que decían ellos era mentira y que lo que dicen los cada vez más numerosos medios estatales es la “verdad verdadera”. El proceso toma algunos años, pero es efectivo. Como todo tiene al menos la pinta de ser formalmente democrático, son libres de seguir hasta que tienen todos los poderes del estado a su disposición. Por supuesto, cada poder importante debe estar manejado por mediocres, por gente que hasta hace pocos años daría su brazo derecho por un puesto así, pues no se lo ganaron a pulso de estudios, a
Cuando escribo estas líneas acabo de ver un tuit electoral del funcionario gubernamental René Ramírez al estilo de “ya viene el lobo” de la privatización de la educación con Lasso. Muy fácil hablar de la paja en el ojo ajeno cuando tienen una viga en el propio. Hablo específicamente de TAME, compañía aérea del Ecuador, destinada a servir fundamentalmente las necesidades de transporte de pasajeros y carga a nivel nacional, que está al borde del colapso y a punto de concesionar, subastar o vender rutas porque el gobierno le ha llevado al borde la quiebra. Los relatos que circulan en redes sociales sobre las últimas semanas de cancelaciones de vuelo sin previo aviso, cero atención al cliente, gritos y desesperación por la falta de elemental sentido común en manejar viajeros angustiados, impacientes es ya vox populo. ¡Valiente manera de defender y manejar las empresas públicas: primero llevándolas al colapso y luego a la quiebra!
Apenas dos días después de su posesión como el presidente número 45 de la posesión presidencial, Trump creó su primer escándalo. Se inventó que la asistencia a su inauguración había sido multitudinaria, como nunca antes en la historia (típica hipérbole tratándose de él), aunque circularon fotos y videos que demostraban exactamente lo contrario. ¿Qué hizo? Insistió que la prensa es corrupta y mentirosa, que sólo quiere humillarlo y que todo lo que hacen es #Fakenews, es decir noticias falsas. La prensa era el problema no él. Por cierto, a todos quienes le critican los llama “odiadores”. ¿Dónde han escuchado esto antes?
Este viernes, Donald Trump se convierte en Presidente de los Estados Unidos. Es el momento preciso para emprender una seria reconfiguración de la relación bilateral Ecuador-EE.UU. y dejar atrás 10 años de juegos absurdos que no han avanzado un centímetro los intereses del Ecuador en el escenario internacional. Y no estoy hablando de su bucólica retórica de la izquierda antiimperialista sino de la factura que tendremos que pagar los ecuatorianos gracias a ella.
Nueve años atrás, en noviembre de 2008, el presidente, Rafael Correa, esbozó por primera vez una idea de lo que quería de su política exterior. A propósito de críticas por su asociación con la Rusia de Putin, dijo que -en efecto- su política exterior consistía en ver hacia otros lados, no a los mismos de siempre (Europa, EE.UU. Japón). Y sentenció: “200 años de eso, ¿qué hemos logrado? ya era hora de ver para otro lado. A lo sumo, si estuviéramos equivocados no tenemos mucho que perder, si no hemos logrado nada mirando a los mismos de siempre…” El augurio se ha cumplido y con creces. La visita del presidente chino Xi Jinping con un paquete de 150 millones no reembolsables es realmente la cúspide del largo camino emprendido por el gobierno de la Revolución Ciudadana para apartarse de todo lo que signifique el sistema internacional occidental y los principios que lo rigen. Lo increíble y preocupante, tras casi 10 años en ejercicio, es que el Presidente Correa todavía diga que “Al otorgar
Seguir de cerca la campaña electoral estadounidense me ha ayudado increíblemente a entender lo frágil que puede ser la democracia, aún en uno de los países más democráticos y más liberales del mundo. Y cómo, demagogos, autoritarios y aspirantes a déspotas pueden usar fácilmente las instituciones de esa misma democracia para conspirar contra ella. Nosotros -como diría Jorge Lanata- ya pasamos por todo esto. Ya usaron las instituciones democráticas en contra de la libertad y ya desfiguraron el sistema los suficiente como para que quede sólo la carcasa de democracia o lo que el académico Steven Levistky apropiadamente llama “autoritarismo competitivo”.
Difícil abstraerse del nuevo episodio de racismo que vive los Estados Unidos en el momento más difícil de su campaña presidencial. No es sólo la violencia verbal de Donald Trump que ha empoderado a grupos y personas que hasta hace poco eran marginales como los que se autodenominaban “La Derecha Alternativa” ó ALT-Right. Su retórica ha normalizado de nuevo los peores sentimientos discriminatorios y claramente racistas, tanto que la mayoría de republicanos los consideran aceptables y creen en ellos, desde la insistencia en negar la legitimidad del primer presidente afrodescendiente de los Estados Unidos diciendo que nació en Kenia, hasta la persistente humillación de Trump a toda la comunidad afro con los argumentos de los 60s: son pobres porque viven en las zonas marginales y provienen de hogares no bien formados.
Guerra avisada no mata gente. Una crisis diplomática se avecina para el Ecuador y no debería sorprendernos. El huésped ilustre del gobierno de la Revolución Ciudadana en la embajada en Londres está a punto de lanzar su "Sorpresa de Octubre" en contra de la campaña de Hillary Clinton y esta ciberguerra bastante anunciada desde nuestra embajada va a poner al gobierno estadounidense en alerta con respecto no sólo a Assange –que sabe perfectamente en lo que se mete- sino al estado ecuatoriano que pagará las consecuencias.
En una rara ocasión que tuve la oportunidad de viajar en primera clase (porque gané una beca que decidió pagar ese tipo de privilegio), se sentó a mi lado un inversionista inglés. Era enero del 2007 y decidí preguntarle qué le movería a invertir en mi país, Ecuador. El me contestó que regularmente invierte en Latinoamérica, pero que después de los análisis que vio de The Economist Intelligence Unit y otros indicadores, le sería muy difícil hacerlo. Me explicó que él tiene muy poco tiempo para conocer a fondo un país, así que el análisis ponderado de los índices de inversión, le hacen la vida más fácil. El me decía ¿cómo no voy a creer en The Economist?
El título de este artículo no pretende ser romántico ni nada por el estilo. Este es el título del libro de Betty Friedan que marcó el inicio de la segunda ola del movimiento feminista en 1963 en EE.UU. y que acaba de terminar este jueves con la primera nominación a una mujer a la presidencia por parte de uno de los dos grandes partidos políticos estadounidenses. Sí, Victoria Woodhull fue la primera candidata mujer en 1872, pero fue de un partido que ella creó denominado “partido por la equidad de derechos” y, como era de esperarse en la época, fue acosada y arrestada antes de las elecciones.
Es una ironía del destino que una sencilla iniciativa ciudadana, formada por colectivos preocupados por las finanzas públicas tras el terremoto, haya dado una lección sobre teoría del Estado al Gobierno de los “académicos”.
Vivo en un país donde –hace apenas dos años- la Ministra de Cooperación Internacional tuvo que renunciar a su cargo porque tuvo la indelicadeza de alojarse en una suite y ordenar un vaso de jugo de naranja que costaba 16 dólares, todo un abuso.
Por algunos meses ya, los latinoamericanos hemos observado con asombro el circo en el que se convirtieron las primarias estadounidenses, en especial del lado republicano.
¿Les importan las mujeres? No es una pregunta retórica, es una acusación directa para el Estado ecuatoriano, encarnado por ahora en el Gobierno de Alianza País, tras las afrentas recientes. Puedo empezar con los golpes propinados por guardias de un Gobierno extranjero a una manifestación de mujeres cerca del IAEN, que casualmente está dirigido ahora por una mujer. Vaya ironía.
gjaramillo@elcomercio.org Cuando en 1968, la Junta Revolucionaria de Juan Velasco Alvarado asumió el poder en el Perú y mandó al exilio a Fernando Belaúnde Terry y con él, a todo el sistema político peruano, casi todos aplaudieron. Su primera misión fue restaurar “la soberanía peruana” frente a la humillante vigencia de un contrato viciado para favorecer a la compañía estadounidense IPC, que controlaba el entonces más grande centro petrolero peruano en Talara. Oligarcas y revolucionarios por igual aplaudieron el gesto. Pero Velasco no solo quería eso, sino también desmontar los excesos del capitalismo sin llegar al extremo del socialismo. Su lema era “ni capitalismo ni socialismo”. Él quería un capitalismo de Estado a la peruana. Y aunque fue el gobierno que por fin acabó con la explotación oligárquica campesina, su sueño de capitalismo de Estado terminó truncado por sus propias decisiones. La expropiación masiva de industrias básicas, gigantescas obras de infraestructura, más su polít
Sin irse por las ramas, el Acuerdo de Asociación Transpacífico, mejor conocido como TPP, que acaba de concluirse significa un cambio fundamental en el equilibrio no solo comercial del mundo. Con una Europa todavía lánguida tras la crisis griega y ahora bajo el peso económico que significan los refugiados; con un Oriente Medio al borde del caos por el Estado Islámico y la reducción de precios del crudo, el futuro está definitivamente en el Asia Pacífico. Pero estas consideraciones son apenas epidérmicas y geopolíticas de lo que significará el TPP.