El vencedor de los comicios, emotivo como es, agradeció a sus electores y les ofreció la profundización del correísmo, es decir más de lo mismo. Al 43% restante nos puso a la orden los hospitales y carreteras. Suspicaces como somos nos preguntamos: ¿no será por aquello de las altas tasas de accidentes de tránsito? Además, los malagradecidos sabemos que la obra pública se financia con impuestos y no es una dádiva, sino la obligación del funcionario público. Como hubo más de dos palabras, no podía faltar la mención a la prensa corrupta; después de todo, las ideas obsesivas pertenecen a los grandes hombres. Una simple conjetura, los que votaron por el Presidente (57%) lo hicieron también por sus asambleístas (“todo, todito por la 35”) y obtuvieron el 70% de los escaños (?). Al concluir nos obsequió una nueva muestra de su humildad, en cuatro años se alejará de la palestra política, pero no por aquel caduco precepto de la alternabilidad democrática, sino para evitar opacar la gestión del sucesor con su grandeza. ¡Lo que hay que oír estos días!