Me hizo un nudo enorme en la garganta, las lágrimas fluyeron libertinas, mi mente quedó en blanco cuando supe que Ana María Iza había fallecido, yo estaba en el culto religioso cuando recibí un mensaje de texto, rebobiné el gran recorrido en que compartimos, las vivencias en las aulas universitarias y fuera de ellas, no le importaba la lingüística, siempre decía al diablo la sintaxis con su pluscuamperfecto.
Fue un honor el haber compartido con ella la tesis de grado para lograr el título de comunicadoras sociales. Creo que los que la conocimos nos reímos de sus ocurrencias de niña, de sus olvidos, siempre estaba chachareando e inventando para torear las vicisitudes de la vida pero sentía profundamente la desigualdad social al ver a los mendigos, detestaba el machismo porque soportó en su propio hogar el dominio patriarcal, era la única mujer de 7 hermanos, sin embargo esto la hizo fuerte y rebelde, abriéndose campo en las emboscadas del destino, cumplió con la máxima de tener hijos, sembrar árboles y escribir libros.
A los 75 años partió de este mundo la mejor poetisa que hasta el momento ha tenido el Ecuador, reconocida internacionalmente, ganadora de premios nacionales, sus versos llevados a canciones y partituras, consta en varios estudios y antologías inclusive en el Diccionario de la Literatura Española e Hispanoamericana”, cantaba como una alondra, su voz de soprano tocaba las fibras más íntimas. Su obra ha trascendido al infinito dejando un gran legado al país.