En días anteriores regresaba a Quito después de haber pasado una semana de trabajo en Bogotá. Mi vuelo salía a las 21:00, pero llevaba un retraso de una hora y media y salimos a las 22:30, había pasado cinco horas en el aeropuerto pero ya quería llegar a Quito, tenía curiosidad por ver el nuevo aeropuerto ya que había salido del anterior. A las 24:00 llegamos a Quito, el avión se ubicó como corresponde y esperábamos que se abriera la puerta para salir, pero esto no sucedió, el piloto del avión nos dio el mensaje: no hay nadie autorizado en este momento en la parte externa del avión para abrirlo. No existía nadie de la DAC, organismo competente para realizar la apertura del avión, situación que por primera vez en mi vida me pasaba. Tuvimos que esperar casi 15 minutos para lograr salir del avión. Ahí no termina esto: al salir todos caminamos hacia migración, pero al llegar la puerta estaba cerrada. Nos amontonamos esperando que apareciera alguien que nos abriera la puerta otros cinco minutos, de pronto una chicharra ensordecedora comenzó a sonar como si fuera un ataque aéreo, las puertas se abrieron, corrimos todos para ubicarnos en los lugares libres y cuando nos ubicamos aparece un pelón agresivo diciendo que nos moviéramos a otro lado porque no se iban a atender en algunos de ellos. “Todos a los de la derecha”, gritaba desenfadado, lo peor fue que este caballero comenzó a tutear de una manera muy descortés a unas personas afroamericanas.
Realmente quedé decepcionado por la forma y el trato que tuvimos en el aeropuerto. El problema es que esto se repite cada vez más en los servicios que presta el DMQ: caro, de mala calidad y mal trato al ciudadano.