He escrito algunas cartas ya, unas publicadas, otras no, todas con el común denominador de la realidad que, para mí, atraviesa el país, tratando de mirar las fallas de otros, sin antes ver las mías. Hay mucho todavía por escribir y sobre todo por madurar y crecer, aún a mis años que no son pocos ya, en los que he vivido, he podido, sobre todo he logrado ser, simplemente el que he podido, como diría un escritor ecuatoriano.
He tratado de forjar un porvenir, primero solo, luego en familia, que por cierto Dios y nadie más me la dio, y muy bonita por cierto; lamentablemente, la vida nos juega unas pasadas que, no siempre son fáciles de asimilar, pero que debemos sobreponer, no sin antes reconocer la imperfección humana, esa imperfección que a veces nos hace olvidar lo que realmente vale, a quienes importan en la vida. Qué duro es enfrentar la realidad, dejar los miedos, orgullos y resentimientos; pero a la vez, qué reconfortante resulta saber que solo la muerte no tiene solución, que la vida sigue, que nos deja reconocer nuestros fallos. Ahora pido a Dios y a la vida me permitan enmendar la mía, a ustedes y a los míos, perdón por obligarlos a leer este corto texto.