En Suecia los diputados se desempeñan sin lujos ni privilegios; durante la semana ocupan departamentos de 40 metros, lavan su ropa en una lavandería comunal y utilizan una cocina y comedor único. Cada uno se prepara sus propios alimentos, limpia sus habitaciones y se movilizan en transporte público.
Otra cosa que contrasta con la opulencia con que se tratan los nuestros es que únicamente tienen una secretaria para los diputados del partido, mientras acá cada uno tiene 2 o 3 “asesores”, secretaria, celular y iPad pagado por el Estado, más viáticos y pasajes para que vayan a sus respectivas provincias, razón por la cual muchos se han acostumbrado a trabajar de martes a jueves.
Algo similar pasa con el Primer Ministro, la residencia oficial es de 300 metros cuadrados, no cuenta con empleados para tareas domésticas, por lo que el Jefe de Gobierno lava y plancha su propia ropa y realiza la limpieza de su vivienda, nada de vivir rodeado de lujos ya que no se les ocurre pensar que se les disminuya la majestuosidad del cargo.
En cuanto a sus estatutos constitucionales, los suecos tienen tres leyes fundamentales, de las cuales dos tienen que ver con la libertad de prensa y la libertad de expresión. Talvez a esto se debe que Suecia esté como esté y nosotros, bueno, ya sabemos cómo estamos.