No sé si reír o llorar por la noticia de que un vidente trabaja junto al Estado chileno para descubrir las piezas y cadáveres del accidente aéreo cercano a la isla de Juan Fernández (EL COMERCIO, 5-sep-2011). ¿Acaso no será mejor predecir la dispersión producida por el impacto en base a la trayectoria y velocidad del vehículo? ¿No sería más fácil obtener mediciones sobre las corrientes marinas y dirección del viento para estimar el área de ocurrencia de las piezas y cuerpos? Al parecer, para algunas instituciones es más fácil confiar en la palabra de un adivino que en la capacidad de sus técnicos. La risa viene de la dimensión de lo absurdo, las lágrimas por el ridículo y el insulto a las víctimas del accidente. Pero más grave aún es saber que las altas instituciones de ciertos países confían y dan oído a payasadas y absurdos que tenían que ser olvidados en el Medioevo.