Vida en el paraíso
Un amigo pelucón relata lo que es su vida en el idílico valle de Tumbaco, adonde se mudó para vivir en paz y tranquilidad, lejos del humo y las tensiones de Quito, cerca de madre natura.
Mis hijos, decía, se levantan a las cinco y media para tomar el bus que en hora y media los lleva al colegio, van cuasi dormidos y en ocasiones los pequeños vomitan por el trajín, amén de la ingesta de esmog. La mamá les lleva luego a las extracurriculares y deberes de grupo en Quito, hace de chofer y debe sortear el intenso tráfico del valle, de la carretera y ciudad. Yo, igual demoro por lo menos hora y media en ir y venir del trabajo.
Las colas del túnel, del Machángara, del redondel de Cumbayá, la tensión es enorme y la frustración inmensa. Total, decía el vecino del hermoso valle, los guaguas pasan en los buses o autos entre tres y cuatro horas al día, mi cara mitad otro tanto y yo igual, es decir, vivir en el valle representa que debemos pasar más o menos 20 horas a la semana en los autos o buses.
Tiempo para las plantas, los árboles y demás bellezas naturales no tenemos, las vías malas, las demoras y tensiones nos consumen, eso sí, dormimos bien en el valle, es un buen sitio dormitorio. Llegan los fines de semana y no es raro que los hijos, sobre todo adolecentes, salgan de fiesta a Quito pues sus amigos son de por allá.
Añadía el buen hombre, es chévere vivir en el valle, nos pasamos en las vías disfrutando del tráfico y de los trancones, vivimos bien en el valle, el tráfico es peor que en La Mariscal, comprar el “diario” representa moverse en auto y nuevamente sortear los trancones de Cumbayá, esto se “aliviará” con más centros comerciales y ‘malls’ ahora en construcción. Pero es bonito vivir en el valle. Pobre mi amigo, se le ve cansado y frustrado. Y a todo esto, el munícipe y sus concejales y concejalas parecen haber tomado bótox cerebral pues están paralizados en soluciones para aliviar el drama vehicular. ¡Aceras y bordillos se construyen de manera acelerada!