Los hechos muestran la putrefacción humana. Una niña de 12 años frente a un monstruo que frisaba los 70 y una justicia cómplice, temerosa del poder político, lenta, sin capacidad de reaccionar frente a las evidencias.
Los nombres no importan, no vale la pena mencionar a ningún protagonista de esta historia que avergüenza a la sociedad. La niña violada señaló con el dedo a su abusador, el juez de turno le topa el hombro y él sale escoltado por agentes.
En vez de detenerlo para investigar y reunir más elementos sobre un potencial delito de pedofilia, lo dejan ir. Transcurridas seis horas, recién reaccionan y dictan orden de prisión preventiva cuando el presunto violador había escapado con destino desconocido.
Más o menos en estos términos se desarrolla el testimonio que da a la revista Vanguardia el abogado Pedro Granja, amenazado por desconocidos que no quieren que se sepa la verdad de un hecho monstruoso como es la violación de una mujer, de una chica inocente de 12 años proveniente de una familia extremadamente pobre de la Costa.
Este caso, como muchos, casi siempre queda impune, a no ser que abogados como Granja asuman la defensa de los más débiles en un gesto altruista que merece ser destacado.
Un juez de flagrancia, narra el abogado en su testimonio, sostuvo que para apresar al acusado por el delito, poco menos que la violación debía producirse frente a los ojos del encargado de administrar justicia.
La inocente niña fue violada por el monstruo en varias ocasiones. La criatura nunca abrió la boca, temía por la vida de su madre. Si no se quedaba embarazada su madre jamás se hubiese dado cuenta del abuso reiterado.
Cuando la madre denunció la violación, el presunto autor del hecho, usando su poder como autoridad de una escuela rural, expulsó a la niña y también a su hermano menor.
En la actualidad la criatura tiene 14 años, comenzó a ser violada a los 12 y hoy tiene un hijo de siete meses que sufre de anemia aguda. El caso no se hubiera conocido tampoco si es que esa justicia, que ha costado tanto dinero modernizar, no hubiera fijado una ridícula cuantía de USD 79 a modo de pensión por paternidad.
“La niña, con lágrimas en sus ojos, nos pide que no la abandonemos, no lo haremos porque somos padres de familia y el día que la traicionemos no mereceríamos vivir”, dice este abogado que honra su profesión.
Creen que construyendo edificios se va a cambiar a la justicia, pero no se cambian a los jueces indolentes de siempre, a los que fijaron la ridícula pensión de 79 dólares, dice Granja.
Muy pocas entidades, privadas u oficiales, han reaccionado frente a este abuso descomunal. Están más preocupadas por defender honras políticas, no se conmueven por la de una criatura inocente que fue violada. Vergüenza.