En las calles de la capital se ven muchos puestos de venta, sobre todo sábados y domingos al mediodía. La Municipalidad, a través del organismo responsable en bromatología, debería elaborar el instrumento legal para que sea erradicada esta venta callejera, o autorizada bajo algún control. Se desconoce con qué están elaborados, en qué condiciones de higiene, con qué manos y qué salud tiene el que los elabora; se suma a esto el estar cocinado en un ambiente cargado de partículas de tierra, al aire libre como los puestos que venden pollos a la parrilla en calles o avenidas de mucho tránsito. Los vehículos levantan tierra y las parrillas están sin ninguna protección; es muy posible que los compradores se lleven para comer algún alimento contaminado pero se debería exigir el cierre de estos locales puestos porque estas comidas “rápidas” son perjudiciales para nuestra salud. Esto implica una reorganización jurídica orientada que debe establecer estructuras para la venta de alimentos en la vía pública y permitir la aplicación de medidas especialmente el suministro y la utilización de agua inocua que fomenten las normas adecuadas de higiene y el consumo de alimentos no peligrosos. También implica crear programas para proporcionar adiestramiento apropiado a los inspectores y educación sanitaria tanto a los vendedores como a los consumidores de esos alimentos; esto significa que hay que promover y adoptar métodos mejores para preparar y vender los alimentos. No hay motivos para suponer que estas medidas constituirán una panacea inmediata para el problema de la venta callejera de alimentos; sin embargo, hay buenas razones para pensar que pueden mejorar notablemente la situación actual.