Como abstraerse de esa incomoda realidad que viven los venezolanos exiliados por su propia cuenta a nuestra región, todos somos testigos de esta migración forzada, de gente caminando de país en país con una mochila y sus familias a cuestas, profesionales, gente como cualquiera de nosotros, víctimas de un tirano y sus compinches que se han encargado de igualar a la condición de Cuba a un país que tiene bajo sus pies al mayor yacimiento de petróleo del planeta.
Todo por algo tan “simple” como votar, sí, esa acción que nosotros vamos a ejercer como derecho el 7 de febrero nos puede poner en esas mismas condiciones que ese país hermano, nos puede cambiar la vida. Solo hagamos una reflexión, si una empresa importante y de trayectoria estaría en la búsqueda y reclutamiento de un ejecutivo para que dirija las riendas de su organización ¿a quien encargaría esa labor de selección? seguramente a una empresa calificadora de talento humano, pero en “democracia” aparecen improvisados, oportunistas y delincuentes sentenciados que ofrecen show y dádivas que el pueblo en ocasiones termina por aceptar, ese populismo ha terminado con países prósperos y los ha vuelto miserables.
Piensen en su voto como padres que buscan lo mejor para sus hijos, hagamos de cuenta que estamos en un barco que puede naufragar y tener a millones náufragos a la deriva. Si mentalizamos a nuestro país como la casa en la que vivirán nuestros hijos y sus descendientes, esta decisión que te puede transformar en un exiliado que mendiga en una esquina de un país ajeno o algo aún peor.