Me parece inaudito establecer leyes y reglamentos contradictorios a la vida acelerada de las ciudades, siendo más notorio en ciudades como Quito y Guayaquil, que por su gran cantidad de habitantes y el cambio de horario en las actividades de las personas, se exige que la velocidad vehicular máxima sea de 50km/h y en la periferia y carreteras hasta 90km/h queriendo disminuir el ritmo acelerado de la vida citadina contemporánea, pues en las grandes urbes de otros países no hay ningún impedimento para la circulación.
Los accidentes de tránsito no han disminuido ni por la absurda ley del pico y placa, ni el cobro de estacionamientos en las zonas azules por horas, cuyo único fin parece ser incrementar impuestos y multas a la gente del pueblo que lo único que persigue es tener trabajo para el sustento diario.
La mayor parte de accidentes de tránsito ocurren por impericia y descuido de los conductores que deben hacerlo con responsabilidad y atención para evitar accidentes de tránsito, por lo tanto la velocidad en las ciudades debe ser libre, porque con tanta congestión de por sí ya está disminuida, en las carreteras y autopistas debe ser mínimo de 100 km/h, y para beneficio de las actividades cotidianas se debe suprimir la prisión y multa para los conductores.