La pandemia, que ha envuelto a la humanidad, nos ha puesto un bozal que nos limita en nuestras actividades del cuerpo, mente y espíritu, y nos ha transformado en seres sensibles. Y, con ello nos ha distanciado no solo de actividades sino también de nosotros mismo; dejándonos espacio para escuchar nuestro yo interior, con ello reflexionar del pasado, presente y futuro.
Hoy que el mundo toma otro rumbo, sin preguntarnos si lo podemos seguir, resistir o adaptarnos a su ritmo; añoramos lo que ya no podemos tener o valorar; reiniciamos nuestra vida, replanteamos propósitos, proyectos para ver cuál de ellos nos permitirán sobrevivir más tiempo.
Cada determinado ciclo del tiempo, el universo vive acontecimientos extraordinarios que salen de las manos del ser humano para caer en las manos del todo poderoso y creador de la vida. Eso está para unos en duda; pues, no todos son creyentes aún hay escépticos. Pero en medio del asombro y la perplejidad; la humanidad toma bocanadas de aire para resistirse a dejarse vencer por el covid-19 y busca cómo compartir su última cena con sus seres queridos, esta vez hay un traidor invisible.
Voluntad de amor al prójimo y así mismo, fe a que tendrá días mejores en la salud corporal de él y de los suyos; esperanza de días mejores del aquí y el ahora, que si bien es incierto el mañana; el renacer de la estrella de Belén, le ha llenado de fuerza, valor, confianza, fortaleza para renacer en el pan y el vino y amasar su cena para los que quedan.