De los líderes de la Alba, agrupación de países en pleno uso y goce de la segunda y definitiva independencia de América Latina, el único que tiene acceso, sin restricciones, a los recintos imperiales es, nada más ni nada menos, el líder de la revolución ciudadana ecuatoriana.
Así vemos que cumplirá un periplo de 5 días, en los centros de estudios de Harvard, MIT y Yale, donde dictará magistrales conferencias en las que explicará la forma como se consolidó la segunda y definitiva independencia del Ecuador, a pesar de estar dolarizados sin esperanza alguna.
Obviamente también será objeto de homenajes y reconocimientos, no precisamente por sus valiosos aportes académicos, ni por sus sabias enseñanzas en los recintos académicos imperiales, sino por la forma ingeniosa cómo se domesticó a la izquierda haciéndola creer que está en el poder; por la forma como se restringieron las libertades, especialmente la de información y expresión; por la penalización de la protesta y la neutralización del terrorismo juvenil y de peligrosos y progresistas movimientos sociales y ONG no alineados con el oficialismo; por la eliminación de la caduca autonomía universitaria y la creación de centros de estudios superiores, reflejos fieles del “american way of live”; por la feroz acometida contra el Sistema Interamericano de Derechos Humanos que quitan el sueño a todo régimen totalitario. Trofeos muy merecidos para quien ha orientado el milagro ecuatoriano, con el milagro americano.