De traumas y complejos

La niñez es una etapa mental que se puede considerar como una esponja unidireccional: todo lo absorbe, pero no lo expulsa, lo mantiene y en muchos casos, cuando se trata de asuntos molestos o desagradables, los oculta y los macera.

Cuando se presentan circunstancias propicias, afloran esos traumas y complejos, disfrazados de actitudes que aparentan normalidad, pero siempre serán la manifestación de una venganza o rechazo a la causa de su mal.

Tenemos, por ejemplo, que cuando alguien afectado por estos males asume posiciones de poder, busca demostrar ante todo el mundo que él tiene el mando, que el domina, que merece reverencias. Lo vivimos durante diez años.

A niveles menores lo vemos en comportamientos que tratan de mostrar superioridad ante quienes consideran inferiores, como empleados, sean domésticos o empresariales: órdenes irracionales, reclamos para tener actitudes sumisas, situaciones donde se puede mostrar las diferencias, etc.

El problema es cómo nuestra sociedad permite que nazcan y se desarrollen los complejos y cómo causan los traumas.

Los complejos vienen más por actitudes o situaciones familiares: posición económica, raza, servidumbre. Esto se contrarresta con educación, con cultura, factores que ayudan a comprender mejor el mundo y las relaciones entre seres humanos. Cuando no se dá una buena educación, cuando no se tiene acceso a la cultura, esos complejos germinan en actitudes de resentimiento y afloran en actitudes y egos desproporcionados.

Los traumas son algo más duro de tratar, se producen por maltrato, por situaciones de ruptura familiar, o, lo que es peor, por violaciones. Los más graves son cuando se producen dentro de las familias. No se deja de lado las violaciones que se producen en centros educativos, que son asimilados como dentro de la familia por el entorno. Hubo en Ecuador, un tristemente célebre ministro de educación que ocultó actos de violación con el argumento peregrino de “no afectar al proyecto”. Indigno absolutamente de ocupar ese o cualquier otro ministerio. Pero más índigo es quien lo nombró sin evaluar.

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