Inconmensurable la tristeza por el devastador desastre natural que arrasó todo lo que encontró en su camino, ¡Cuánto dolor y lágrimas ha provocado!
La provincia de Manabí es la más afectada. Sus pobladores, caracterizados por su hospitalidad, ahora claman ayuda. Es el momento de ser recíprocos por el amor y generosidad que hemos recibido de nuestros hermanos manabas y de disfrutar de sus plácidas comarcas y sus vividos paisajes.
Maravillosa reacción del pueblo, que de todo rincón aporta con pequeños donativos y con su invalorable solidaridad moral. Ha sido la sociedad civil la encargada de organizar y enfrentar este debacle, con el aporte sensible de las FF.AA., bomberos, electricistas, socorristas nacionales y foráneos, entre otros.
Antaño existía la Defensa Civil, muy bien organizada. La novelería ha creado desconocidas e inservibles dependencias, que no han dado muestras de presencia en estos arduos momentos.
El auxilio, además, debe concretarse con recursos económicos palpables, para construir viviendas y edificar esperanzas.
La pregunta deviene entonces: ¿Existen fondos suficientes de emergencia, para paliar esta desventura, que socava aún más nuestra penuria económica?
La recurrente necedad de no mantener ahorros o ‘fonditos’ de contingencia, hoy nos pasa factura. Los ecuatorianos conformamos un solo equipo y damos muestras del amor profundo que nos profesamos.