Taxistas, siempre los taxistas. Sin duda alguna que los taxis son indispensables en el diario vivir de la ciudadanía y, por tanto, los choferes profesionales que a eso se dedican también necesarios. En mi experiencia y, en honor a la verdad, la ocasiones que he recibido un mal servicio son la excepción, por ello tengo que afirmar que su servicio es aceptable; que deben mejorar, es cierto, como en toda actividad humana. Los desaciertos que cotidianamente cometen son: el circular a altas velocidades, el invadir vías exclusivas, el rodar en contravía, el rebasar como quiera y donde quiera sin guardar las adecuadas distancias y sin respetar a los otros conductores.
En otro tema, tienen concesiones en aranceles e impuestos y asignación de espacios exclusivos en calles, parques, plazas públicas y luego se parquean dónde quieren ¿Por qué solo los taxistas tienen esa prebenda? El ciudadano común tiene que arreglarse como pueda, siempre pagando por aparcar en la vía pública, que es de todos. En Guayaquil y Cuenca no se ven espacios públicos regalados.
Otro asunto es el monopolio que las Autoridades auspician a la actividad taxista, no permiten el ingreso de nuevos taxis o empresas que, inclusive, dan mejor servicio y atención al usuario; entonces, los propietarios de otras actividades comerciales también formen cooperativas y no permitan el ingreso de otros y, si lo admiten, cobren fuertes cantidades de dinero a cada muevo socio, como lo hacen las cooperativas de taxis. No al monopolio, todos tenemos el mismo derecho al trabajo.