Es verdad que hay hogares ecuatorianos que necesitan la solidaridad del Estado para poder tener una vida más decorosa ante la carestía de la vida.
Dicho así, se justifican ciertos subsidios. Pero también es muy cierto que con ese pretexto, se enmascara una realidad: el subsidio a los combustibles incluido el gas, beneficia a un sector que realmente no lo necesita.
Las autoridades deben tener muy claro el panorama, porque no es cuestión de suponer ni de adivinar. Una familia pobre cuando más necesitara un cilindro de gas al mes. Entonces, con el mismo dinero que se puede recuperar vendiéndolo a precios reales al público, sin ningún gasto adicional, con un valor similar al alza necesaria, se podría focalizar el subsidiar a las familias pobres, ya sea a través del Bono de Desarrollo Humano, a través de las planillas de luz y teléfono o en casos únicamente necesarios incluyendo a nuevos beneficiarios del bono; y, a los empleados y trabajadores con un tope de sueldo, incrementar un valor equivalente al alza en sus roles de pago.
Así, el dinero se quedaría dentro del mismo país y evitaríamos que ese enorme costo para el estado se fugue a otros lugares o que se siga subsidiando el contrabando.