Mucho se ha hablado de los innumerables casos de corrupción del gobierno de Rafael Correa, todos con sobreprecios, sin más planificación que el cálculo de las onerosas comisiones, toda la institucionalidad del Estado cooptada por miembros de la banda de la revolución ciudadana. Hay mucha tela que cortar y para largo sobre casos como Coca -Codo Sinclair, Refinería de Esmeraldas, las construcciones del Consejo de Judicatura de Jalkh, los pases policiales, los sánduches, las sabatinas, el negocio petrolero, en fin, hasta se habla de la fábula de una refinería que no existe. Algunos calculan que el monto que se llevaron supera los USD 70 mil millones. Quizás sea cierto, pero el daño más grande y profundo que ha causado ese gobierno no está en los miles de millones de dólares robados. Si analizamos las numerosas leyes nacidas a la sombra de la Constitución de Montecristi que han devenido en una protección legalizada de la corrupción, donde se premia al delincuente con una rebaja de penas del 90%, sólo por declararse cooperante eficaz, o se cambia la pena de prisión por el grillete pero sigue en funciones, o se le sentencia a reclusión domiciliaria por ser vulnerable, cosa que el juzgado no tomó en cuenta a la hora de delinquir, son motivaciones que los jóvenes reciben como mensajes potentes y que invitan a delinquir buscando la vía rápida y fácil para arreglarse la vida. Unos pocos meses en la cárcel y a gozar de lo mal habido. O la triste ley sobre tráfico y consumo de drogas, o la absurda ley de educación que unificó el bachillerato y estableció la mediocridad donde el alumno sin conocer el esfuerzo aprueba el nivel porque tiene derecho a cinco intentos mientras se ha quitado autoridad al maestro, el resultado, la mediocridad en la educación, o aquella ley que protege la vida del delincuente porque el policía no puede hacer uso de su arma para proteger la vida de ciudadanos honestos por una absurda interpretación de la ley de derechos humanos. Estas y otras leyes procaces nacidas en esa nefasta Constituyente han socavado las estructuras mismas de nuestra sociedad carente hoy de principios y valores, deben cambiar ya.