Cuando la masacre de Tiananmen, un comunista local me dijo: “Un socialista nunca podría aceptar esta represión”. Contesté que precisamente era un gobierno “socialista” quien la ordenó, a nombre de una “república popular”.
China, independientemente del régimen de turno, tiene una larga historia de represión, tiranía y despotismo, desde el emperador Qin Shi Huang, uno de los primeros genocidas, quien inició la construcción de la Gran Muralla con trabajo esclavo (h. 220 a C).
China es un país con gran desigualdad entre pobres y ricos, la mayoría de ellos surgidos en años últimos entre las filas del partido comunista, que dispensa favores, privilegios e información a los nuevos empresarios.
Un sistema mercantilista, donde muchas empresas privadas prosperan, no por su competitividad y eficiencia, sino por sus vínculos con el Estado. La donación de 10 000 fusiles chinos, ahora que el país necesita paz, es estúpida. Nada garantiza que no se les dé mal uso. Muchas guerras civiles en el mundo han empezado cuando algún soldado, sin esperar órdenes, dispara sobre manifestantes civiles, iniciando así una matanza general, y desatando una espiral de violencia imparable. Colombia ya firmó la paz con las FARC, y el litigio con Perú acabó hace años. El Eco.
Correa dice que no hay crisis, que ha disminuido la inseguridad y que su gobierno tiene el 80% de aceptación. Hace años, además, ya hizo desarmar a la población civil. ¿Para qué los fusiles? Debería pedir a sus amigos chinos canjearlos por maquinaria vial y agrícola, siempre necesaria.