La calamidad presente del país no es de ahora, ni culpar siquiera a la pandemia, el virus fue la cereza del pastel, de la debacle que el Ecuador y su pueblo experimenta con gran intensidad; que mucha gente no tiene ni la más remota idea del porqué de este calvario que se vive día a día, y que será motivo de reflexión. No podemos dejar de mencionar que esta situación viene orquestada por el correísmo y acolitada por el actual Gobierno. Se han destapado las cloacas de la corrupción y otros escusados, Se ha involucrado a todo el mundo en el problema sanitario, endeudamientos sucesivos con la banca privada, la falta de empleo es angustiante, inseguridad galopante, la educación por los suelos y una salud de cementerio; sin que hasta ahora se haya hecho mucho por dar soluciones reales y prioritarias; más que únicamente parches, y uno que otro preso, otros prófugos. No se necesita una actitud fatalista, es verdad, pero tampoco parecer hipócrita y de ninguna manera irreverente ante mi patria, por expresar una realidad por más cruel que parezca, que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Todos hemos cavado el hoyo, quedando pendiente el entierro. Todos estamos contaminados y no precisamente del virus. Ya falta poco para que se oculte otro año más y pasar por alto toda una sarta de mentiras y de impunidad. No tenemos nada que festejar. Así sea.