Sociedad vs. Individuo
Si mirásemos la teoría del contrato social de Rousseau con los ojos de lo que la sociedad de hoy en día es, podría decirse que esa teoría ha perdido total vigencia. Para Rousseau un conjunto de individuos implícitamente se imponía normas de convivencia (cláusulas del contrato social), como leyes –que fija derechos y deberes-, normas morales y una autoridad, con el fin de conseguir fines en común y poder vivir en “sociedad”.
El factor de cohesión de una sociedad así conformada, era la manifestación de la voluntad de, sino todos, la mayoría de sus miembros; de manera que la sociedad se construía para alcanzar un fin o fines comunes a todos sus miembros.
Sin embargo, la existencia de la sociedad (concebida como un grupo de individuos) llevaba implícita la idea de restringir los derechos de sus miembros. Rousseau afirmaba que “cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”. Pero contrariamente a esta afirmación, Rousseau proyectó a esa sociedad libre de religiones, otorgándole al individuo libertad en ese aspecto, es decir la moral no era de la sociedad, sino individual, contradicción que no hace sino destruir el concepto mismo de sociedad.
Me explico, la sociedad fue y debe ser concebida como una estructura apropiada para la consecución del bien común de todos sus individuos, de tal forma que las normas legales y morales que regulen esa sociedad debe ser dictada por una gran mayoría de sus miembros y a las cuales, por tanto, los miembros de esa sociedad deben someterse.
Así el individuo debe estar dispuesto al servicio de la sociedad para alcanzar el bienestar de todos los individuos o, si se quiere, de cada individuo, pero visto como parte esencial de la sociedad, no como un ser aislado.
Por ello, considero que la sociedad necesita regresar su mirada a la Palabra de Dios y andar en su camino, única verdad para el ser humano y la que, durante toda su existencia, no ha perdido vigencia ni ha sido modificada.