El Presidente Moreno ha dicho que hay que abandonar “la cuadratura del socialismo del siglo pasado”. Lolo Echeverría, en su artículo del 19 de mayo en EL COMERCIO, afirma que Lenín se estaría refiriendo al “socialismo del siglo XXI”, lo cual no es correcto. El XX, no el XXI, es el siglo pasado. Este tipo de auto-crítica no es nuevo. Surgió en la izquierda europea en la década del 60, tan proclive a cambios fructíferos. La causa de la auto-crítica fue la invasión soviética a Checoslovaquia, la cual llevó, por ejemplo, a Teodoro Petkof en Venezuela a escribir su obra “Proceso a la Izquierda”.
Lo curioso del equívoco al que me estoy refiriendo es que fue como cuestionamiento al socialismo del siglo XX, es decir, al comunismo, que Chávez utilizó la expresión “socialismo del siglo XXI”. La idea era no repetir errores y realizar las transformaciones sociales desde gobiernos democráticos elegidos por el pueblo. La cuestión era la búsqueda de la justicia social mediante leyes aprobadas en parlamentos también democráticos y sin afectar la propiedad privada, como lo establecen las constituciones ratificadas por referéndum en Venezuela y Ecuador. Un planteamiento fundamental era el pragmatismo económico, del cual es un ejemplo el Tratado Comercial con la Unión Europea firmado por Correa. Hay otras muestras de acciones pragmáticas del ex-presidente, quien una vez opinó públicamente que los gobiernos de Chávez y Maduro no habían sabido manejar la economía, pero que ese hecho no justificaba su derrocamiento por golpe de Estado o por intervención extranjera.
¿Qué pasó, entonces? Yo diría que el caudillismo tradicional de América Latina se cruzó en el camino y nuestro socialismo de este siglo, que debería ser democrático, innovador, libertario, participativo, pasó a ser autoritario. En Ecuador hemos tenido la suerte de que el nuevo gobierno rectificó a tiempo. En Venezuela el caudillo falleció, pero dejó establecida una estructura militar completamente alejada de los ideales progresistas contemporáneos. Ahora no hay allá más justicia social ni menos miseria, sino todo lo contrario, de manera que el éxodo de venezolanos pobres se parece a lo que vivió Ecuador después del feriado bancario, es decir, después de gobiernos de la derecha. Para los más vulnerables, entonces, da lo mismo y eso no puede ser: un gobierno de izquierda debe, antes de cualquier otra consideración, disminuir la pobreza, no cultivar clientelas electorales como los caudillos latinoamericanos del pasado.