El socialismo, como cualquier producto del ser humano, es susceptible de diversas interpretaciones. Existen socialismos que podrían calificarse como de diferentes grados. Tenemos socialismos como los que se practican en los países nórdicos; otros que se sienten más radicales.
La radicalización de cualquier concepto corre el peligro de transformarse en dogma, y allí sí nos encontramos frente a un problema mental de quien así lo enarbole. Califico al problema de mental, pues un dogma solamente se aloja en mentes incapaces de razonar, sus poseedores se transforman en intolerantes.
El socialismo, como principio ideológico, tiende a la justicia social, una justicia basada en la oportunidad igualitaria, no en la igualdad indiscriminada. Quienes promueven la igualdad indiscriminada desconocen la necesidad de fomentar el desarrollo personal. Inaceptable desde luego, pues ninguna sociedad se desarrolla sin el concurso de sus miembros y sin el desarrollo de las capacidades individuales.
En mi opinión, la comprensión de la filosofía socialista implica, necesariamente, el impulso al desarrollo profesional e intelectual de sus miembros, permitiendo que todos tengan la misma posibilidad de desarrollo, que ningún miembro de la sociedad sienta que su derecho al bienestar le viene por el mero hecho de ser miembro de la misma, esto es un despropósito en cualquier sistema, distorsiona la iniciativa de cada persona, y sumerge en la conformidad que produce mediocres, en otras palabras, esa interpretación errada sepulta el crecimiento del bienestar social, puesto que frena el desarrollo.
He conocido socialistas de mente abierta, de alto nivel intelectual, y me congratulo de ello. Uno de los socialistas de esta clase acaba de fallecer, sirva esta nota para dejar sentado mi homenaje al Dr. Jorge Washington Cevallos Salas, socialista de cepa, de amplia cultura, de mentalidad abierta, quien acaba de fallecer.