Con enojo contemplo cómo los empleados públicos (no todos), que ahora se llaman servidores públicos, desde el Presidente de la República, ministros, asambleístas (funcionarios de alto nivel) hasta los funcionarios de menor jerarquía y de bajo perfil (conserjes, choferes, escoltas y guardaespaldas), cuando se encuentran en funciones, piensan y se creen que son los dueños del Estado y el país, los propietarios de la cosa pública.
Usan la riqueza y el dinero público que es de todos los ecuatorianos para vivir como reyes llenos de privilegios, atenciones y servicios desarrollando la arrogancia, la soberbia, fortaleciendo su ego mientras se les suben los “humos a la cabeza”.
La culpa la tiene el primer empleado del Estado, el Presidente de la República, quien con su ejemplo ha creado más funcionarios arrogantes, déspotas y autoritario que verdaderos servidores públicos.
Señores, no olviden que cada funcionario público es nuestro empleado, pues todos los ciudadanos pagamos su sueldo -que no es nada bajo- para que administren el Estado creando riqueza, servicios y bienestar para los ciudadanos ecuatorianos.
Nada más lejano de la realidad cuando vemos a los individuos del pueblo que ni siquiera pueden acceder a empleos dignos si no tienen padrinos, palancas, aun con título universitario o sin título las puertas se les cierran a quienes no tienen conocidos en algún puesto de poder.
Aproximadamente cuatro millones de ecuatorianos subempleados, en el informalismo y en la desocupación nos darán la razón en esto.
Los vehículos estatales deben ser utilizados por sus legítimos propietarios que son los ciudadanos y no por un funcionario que cree que los vehículos estatales son de su propiedad como si lo hubiera comprado con dinero de su bolsillo.
Cuanta doble moral de esta nueva clase política que ya ha gobernado nueve años.