Desde un comienzo, la sentencia contra el diario El Universo estuvo contaminada por el tufo pestilente de la manipulación y el manoseo político. Y cuando esto sucede ya nada importa; ni la Constitución ni las leyes ni la independencia de los poderes ni la opinión pública.
Ni siquiera importa salvar las apariencias. Los poderosos con su arrogancia saben que no hace falta tener la razón, basta con someter a los tribunales que se han ganado, a pulso, lo que la ‘vox populi’ proclama: que están en subasta al mejor postor.
Una máxima popular enseña que si usted mira un ave que camina como un pato, es palmípeda y nada como un pato, tiene el pico y las alas de un pato y además, grazna como un pato, lo más probable es que se trate, sencillamente, de un pato. Muchísimo menos, que el ave que está viendo sea un hermoso cisne.
Con esta lógica -que por ser sabiduría popular es la más probada- podemos guiarnos hasta acercarnos a la verdad de los hechos que se relacionan con este, tristemente célebre caso judicial. Las amenazas de ahora, los griteríos, los legalismos y hasta el silencio torpe de algunos de sus protagonistas ya no nos encantan más. Bien sabemos que son sólo malabarismos escénicos que buscan recuperar una decencia irremediablemente perdida.
Ahora no nos queda la menor duda sobre lo que la evidencia abrumadora y la lógica simple nos señalan.