Duele ver que los encargados de la función pública cada día son motivo de nuevos escándalos. Descorazona enterarnos que aquellos que deben velar por sus electores viven de ellos, pero el desconcierto es mayúsculo cuando nuestros guías espirituales no dicen nada ni predican la palabra a tiempo o a destiempo, ni rebaten el error, ni amenazan ni aconsejan (2 Tim. 4,2) esto provoca que las ovejas se sientan desamparadas, heridas y que en su desorientación la voz del más gritón o del más prepotente sea la que los guíe por los caminos de corrupción, dolor y perdición.
Se han dado algunos pronunciamientos por aquí y por allá de ciertos obispos, eso es cierto, pero no se nota un verdadero liderazgo. Las ovejas se ven atacadas en lo económico, en su salud, los casos de corrupción se van tornando cosa más frecuente y “normal” y, sin embargo,.. nadie guía a las ovejas.
Se esgrime la falacia de que el Estado ecuatoriano es laico y la Iglesia no debería meterse en cosas del Estado, pero “Estado laico” es un Estado que no defiende una religión oficial, sino que tolera la convivencia de varios credos.
Parecen no entender la diferencia entre Estado laico y Estado ateo. Ecuador es un Estado laico, no ateo; y si la mayoría de los ecuatorianos somos cristianos, entonces deben guiarnos para que el ser mayoría no solo sirva para elegir a un candidato y que luego nos gobiernen minorías que representan a grupúsculos con intereses muy egoístas.
Frente a esto siempre habrá voces amenazantes: “la Iglesia debe quedarse en los templos rezando y no meterse en política” Hace poco escuchaba a Agustín Laje, y parafraseándolo puedo decir que el ser sacerdote, pastor u obispo no nos hace ciudadanos de segunda, sin derechos políticos que miran a la política como algo propio de gente sucia y pecaminosa en la cual los “justos” no deben meterse y por lo tanto dejamos que los corruptos sigan gobernando.
El mismo autor mencionado decía, palabras más palabras menos, que no debemos tener miedo a decir las cosas, ir a misa, escuchar una prédica o estar en el templo no nos hace inferiores por eso quien predica o da la misa necesita informarnos y formarnos en temas que vayan un poquito más
allá de la Biblia.
Necesitamos pastores que nos digan que al candidato elegido no se lo debe dejar solo y hay que exigirle que cumpla sus promesas de campaña hayamos o no votado por él. En Argentina, en el 2018 se decía que “con aborto no te voto” lastimosamente el 2019 no se
exigió eso y ya sabemos que ese país aprobó la matanza de inocentes a través del aborto. ¿Las iglesias quieren lo mismo para Ecuador?
Necesitamos guías espirituales que además de educarnos políticamente, alcen su voz cuando educar no sea suficiente. No es suficiente con alimentar a las ovejas y no decir nada cuando el lobo se acerca, hay que amenazarlo y dar aviso a las ovejas.
Necesitamos pastores que nos guíen en estos momentos de crisis, que les digan a los gobernantes que el pueblo no está solo y que el dolor de la sangre del indefenso Abel sigue gritando hasta el cielo.
En Ecuador ningún sacerdote u obispo ha dejado de tener derechos políticos por el hecho de ser autoridad religiosa. No se pueden convertir ni dejar convertir en ciudadanos de segunda, que no pueden ni deben ni se les permite opinar. Por amor de Dios, no se conviertan en “perros mudos” que ante el lobo que viene a devorar a las ovejas callan y miran a otro lado y que por salvar a una oveja dejan perder las otras noventa y nueve.