Señor Presidente
Me dirijo a usted como cualquier ecuatoriano, pues deseo expresarle mi sorpresa por su creatividad y “magia” al multiplicar y convertir a los 14 millones de ecuatorianos en damnificados del terremoto, al imponernos impuestos que nos afectan a todos, ricos y pobres, como aumentar el 2% al IVA.
Ud. está decidiendo imponernos nuevos sacrificios a todos quienes habitamos este terruño patrio, lo cual a lo mejor aceptaríamos luego de ver la generosidad y desprendimiento de nuestro pueblo. El problema es que no vemos una actitud semejante de parte de su gobierno. Sentimos que el descaro y la viveza criolla están presentes.
¿Por qué no vende los canales incautados y El Telégrafo? ¿Por qué no vende uno de los dos aviones que tiene parqueados como vehículos particulares?
¿Por qué no remata el 50% del parque automotor oficial? ¿Por qué no elimina ministerios coordinadores y otros ministerios (por ejemplo, el de la Felicidad o el del Buen Vivir y más ridiculeces que parecen chistes de mal gusto), que nunca antes fueron necesarios, se devuelven los edificios arrendados en que funcionan y manda a su casa a meditar sobre la felicidad al ministro del ramo y a muchos otros?
¿Por qué no se elimina ese organismo gubernamental encargado de la inteligencia que sirve para espiar a los ecuatorianos, se venden los equipos sofisticados que posee y se devuelve la mansión en que funciona, cual bunker digno de la Gestapo?
Sería largo seguir sugiriéndole lo que pudiera hacer para financiar la reconstrucción por el terremoto y para salir de la crisis, que es la verdadera razón y desesperación del Gobierno por obtener dinero. Por favor, rectifique, aunque sea al final de su gobierno, el manejo de manera errática de conducir la economía de nuestra patria y que no se compadece con su título de economista.
Ud. está subastando a nuestro país, y la deuda para nuestros hijos y nietos será catastrófica. Para salir de ella se necesitará probablemente más tiempo que el que necesitamos para pagar la deuda de la independencia.