Muchos ecuatorianos hemos soñado vivir en un país en donde prevalezca el respeto, pero seguiremos esperando porque nos han acostumbrado a ver como normales las tragedias que pudieron evitarse. De acuerdo con la información del INEC en el 2016, la segunda causa de muerte masculina fueron los accidentes de tránsito y, a pesar de que entre las diez causas de mortalidad femenina ésta no aparece, los hombres creemos que manejamos mejor. No se conocen datos ciertos sobre la incapacidad que deja en los sobrevivientes y el costo que su tratamiento implica, pero cada 4 horas muere un ecuatoriano por esta causa.
Autos con direccionales azules, verdes o blancas, pasan la revisión; vehículos con luces que nos enceguecen de frente o por el retrovisor, también. Conductores que manejan en la noche con las luces apagadas son pan de cada día, alguna vez reclamé a un taxista y me dijo “yo si veo”. Motociclistas o ciclistas conducen sus vehículos en la noche con ropa negra y sin luces con pasmosa tranquilidad, si son atropellados la culpa es del chofer. Peatones que cruzan las calles por doquier, conductores que no respetan los pasos cebra, ambos mirando siempre el celular, causan decenas de accidentes. Choferes fugados con puntos en contra de sus licencias, mecánicos que calibran los gases antes de la revisión y luego los descalibran apenas salen “aprobados” los autos, semáforos escondidos tras los árboles, algunos con luces amarillas recortadas para tener más foto multas y radares tramposos, son, entre otros, aspectos que merecen una solución. Mientras aquí se abolieron materias como la lógica o la ética, en otros países la educación vial es una materia obligatoria en escuelas y colegios. En tanto no se invierta en educación y prevención, seguiremos siendo testigos de dolorosos dramas que pudieron evitarse, por más bonos que se regalen.