La Organización Mundial de la Salud dispone de evidencia cuantitativa acerca de la seguridad vial por país, como la tasa de muerte por cada 100 000 habitantes. Resulta que la tasa de muertes asociadas a accidentes de tránsito en Ecuador es superior por al menos 3 puntos a aquellas registradas para Colombia y Perú.
Es el doble que en Estados Unidos y casi cinco veces la de Australia. Resulta también que existe una correlación entre la prosperidad económica y la cantidad de muertes por accidentes de tránsito. Parecería que, mientras más pobre es un país, más irresponsables son los conductores con su vida y la de los demás. Las causas funcionales entre pobreza y estulticia vial podrían ser la falta de acceso a educación que permita a los conductores pasar de un estado de imprudencia infantil a uno de civilidad y auto control. Otra causa podría ser una forma de epidemia de carácter psicológico y cultural donde el nerviosismo y la frustración son ventilados por la insensatez. Independientemente de la causa, lo cierto es que los Ecuatorianos requerimos de acciones más duras y represivas; porque está demostrado, a coste de vidas y sangre en las carreteras, que no somos capaces de cuidar ni de nosotros mismos y menos de quienes nos acompañan en nuestros viajes.