Aquiles le dijo a Briseida en Troya que los dioses nos envidiaban “porque cada instante nuestro podría ser el último, todo es más hermoso porque hay un final. Nunca serás más hermosa de lo que eres ahora, nunca volveremos a estar aquí”. Lo que nos hace ricos en la vida es la experiencia y esta indiscutiblemente tiene que ver con los pasos recorridos. Quiero así rendir mi homenaje a todos aquellos seres que en el período sublime, leve, llamado vejez, tienen un perfume profundo que regalarnos. ¿No es acaso gloriosa la edad del Papa Francisco con tanta riqueza y compromiso para la humanidad, con tanta sonrisa y fuerza para estrechar nuestra esperanza? No fue acaso lumínico y aleccionador para la iglesia cómoda y burguesa, el ejemplo del sacerdote Gonzalo López Marañón, desplazado por “vejez” cuando enfrenta hasta morir, un nuevo desafío en África a los 82 años. No es ejemplar la lucidez, frontalidad y serena critica cuando habla sobre los vicios del poder el ex presidente de Uruguay José Mujica y así tantos nombres que reposan en nuestra conciencia con virtualidad única, que nos lleva a hacernos sentir bien de ser útiles en todo tiempo y lugar. Parece que el diablo tiene envidia de la vejez para atacarla como lo hace, (son tantas cosas…) Solo así puedo entender como estos maléficos terroristas árabes franceses degollaron al padre Jacques Hamel, sacerdote de la localidad de Saint Etienne du Rouvray, en Rouen (noreste de Francia), quien tenía 86 años y según el periódico “Le Figaro” “Era un anciano que siempre estaba disponible con todos, era un buen sacerdote que hizo su trabajo hasta el último momento”, pues murió dando misa, ( mi memoria recuerda también a Monseñor Romero). ¿Qué nos brinda todo esto? Esperanza, gran esperanza en el perfume de la rosa, el amor y la vejez, pues si nunca se le temió a la vida con mayor razón cuando venga la muerte.