Visité La Ronda cuando recién la restauraron. Luego iba, de vez en cuando, para mirar los eventos que se hacían en la Casa de las Artes. Fue hermoso poder caminar por esa calle restaurada con toda tranquilidad y mirando las artesanías de antes, como los juguetes de hojalata, las velas, los sombreros y por qué no, comiendo con los amigos las deliciosas empanadas de morocho y diversas comidas típicas en los restaurantes acondicionados para el turista nacional y extranjero.
Este Jueves Santo decidí volver, pero ya no fue lo mismo de hace pocos años. Esta vez, La Ronda era diferente, un lugar ruidoso, lleno de borrachos, ventas callejeras, negocios improvisados en las calles y con una vigilancia policial casi nula, por lo tanto, ahora sí tuvimos que cuidar nuestras pertenencias.
¿Qué pasó con la vigilancia municipal, el orden, el control de bebidas, de ruido, de ventas ambulantes y callejeras?
¿Por qué estamos permitiendo que nuestro patrimonio sea destrozado ante nuestros ojos?
¿A quién le importa tanto pisotear el sueño de todos los quiteños, de que Quito siga siendo bello y conserve su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad? Si es que esa persona existe, yo, una quiteña, le pido que se vaya.