La juventud reproduce aquello a lo que está expuesta. El salvaje juego “rompecráneos” y otros retos virales son el resultado de la cantidad de violencia que absorben los jóvenes. ¿Qué hay alrededor de sus vidas?
Hay música, pero con letras agresivas que cosifican y sexualizan a la mujer y que glorifican la violencia, el alcohol y las drogas. También hay TV, y es muy violenta: series y telenovelas basadas en narcotraficantes, en amoríos que se arreglan con pistolas empuñadas igual por hombres que por mujeres.
Hay cine: películas de machotes que arreglan sus cuentas a golpes, puñaladas y tiros, con coreografías de una buena causa. Hay películas de “superhéroes” con los consabidos elementos: disparos, explosiones, destrucción masiva de carros, edificios, ciudades; heroínas de curvas despampanantes que pueden liarse a puñetazos con 50 tipos, sin despeinarse; un sonido digital envolvente con poderosas frecuencias bajas que sacuden todo el teatro o la casa. Hay videojuegos, cuyo objetivo es asesinar a los personajes y destruir lo que aparezca.
Y hay las redes sociales, vehículos de terrible eficacia para reforzar con abrumadoras dosis de pornografía, “sexting” y retos virales. Con este bombardeo ¿en qué momento aprenden y refuerzan valores y virtudes?
Los padres no tienen tiempo, como antes, de controlar las vidas de sus hijos. La mejor forma de pacificar a un chiquillo rebelde es darle un dispositivo con pantalla para que se calme.