Hay principios universales que trascienden las sociedades: libertad, equidad, justicia, bienestar y erradicación de la pobreza.
Nos cuestionamos ¿cuál bien es superior?: El bienestar individual o el colectivo y, ¿cómo pueden convivir ambos en equilibrio?
La revolución es un cambio radical de un modo de vida.
La denominada “Revolución Ciudadana-revolución del siglo XXI”, generó resultados nefastos: menor producción, baja competitividad, disminución de las exportaciones, aumento del desempleo y subempleo, deserción escolar en todos los niveles y desató la peor crisis en Venezuela y en Nicaragua.
¿Por qué esa corriente ideológica propició vicios severos de corrupción, pocas oportunidades de generación de empleo, contracción del aparato productivo, despilfarro inminente de recursos, sin que se vea un mejoramiento de la calidad de vida de la población?
Esa “Revolución Ciudadana” se basó en indicadores de entrada garantista de derechos: acceso a la salud, a la educación, a la infraestructura. El Estado protector proveedor paternalista del despilfarro y de la comodidad.
La “Verdadera Revolución del siglo XXI” se basa en indicadores de salida o de resultados: incremento en exportaciones, crecimiento del pleno empleo, mayor salud, producción con valor agregado, uso eficiente de recursos, donde los valores son trascendentales como el trabajar en equipo, la asociatividad, la innovación la responsabilidad y la solidaridad, un tema de reflexión para la sociedad, para el gobierno y pensar que el poder es para servir y no para servirse.