En estos ocho y más años, la llamada revolución de los corazones ardientes y manos limpias (¡) no ha parado de insultar, denostar, desacreditar y vilipendiar a los empresarios y empresa privada de manera general. Los trasnochados izquierdistas no han escatimado epítetos, entre ellos “ladrones, explotadores, empresaurios, usureros” y un largo etcétera. Hoy, luego de que se ha derrochado y -muchas veces- malgastado la riqueza coyuntural del petróleo en un estado obeso, en lo más improductivo y derrochador, se torna los ojos a la empresa privada, para que “dé una mano”. Yo no creo que las personas cambian así porque así. Los ahora tristes izquierdistas, enquistados en este gobierno, no cambiarán sino por necesidad, no por convicción y no perderán la oportunidad de ejercer su afán destructivo, centralizador y controlador de todos los emprendimientos productivos privilegiando el obeso aparato estatal que nada produce. En época de vacas flacas, luego de la fiesta burocrática, se busca con afán capital privado mediante acuerdos generosos, concesiones graciosas, etc. Sin embargo, los mismos que tanto daño han hecho a los emprendedores y empresarios serán los que a la final controlarán esos acuerdos. Por ello, es recomendable estar con un ojo abierto antes de creer a ciegas en lobos con piel de oveja.