Transcurren los días y se hace más evidente que el discurso del Gobierno, entraña la gastada práctica de decirle al pueblo lo que este desea o necesita escuchar. Los incautos, quizá, sin otra alternativa, se ven obligados a creer o simular que lo hacen. Las dádivas y promesas que se ofertan con buena dosis de demagogia, si no se cumplen, acrecientan únicamente la desesperanza en desmedro de la prosperidad.
Hace algunas semanas el Presidente ofreció una cirugía mayor para combatir la corrupción, y los ecuatorianos seguimos esperando los resultados.
Al parecer, la corrupción es tan gigantesca y enmarañada que rebasa la capacidad de los órganos de control y de justicia para identificarla y juzgarla. Los pocos casos –que se ha empezado a investigar y que son de conocimiento público- no se resuelven con la celeridad esperada o van quedando en el olvido.
Con esta oportunidad, cabe preguntarse qué habrá sucedido durante la década pérdida en instituciones como las Aduanas, importante y apetecible botín en toda época. Se habla de algunos voraces beneficiarios que, previa y oportunamente a la correspondiente campaña electoral, hicieron cuantiosas donaciones.