En primera instancia, quiero agradecer a este medio de comunicación que, a través de estos interesantes espacios de opinión, nos permite aclarar algunos puntos y; en segunda, a doña Cecilia Herbas Muñoz, directora nacional de Comunicación Social, que se ha tomado su tiempo para responder y despejar las inquietudes expresadas en mi carta, con argumentos que satisfacen, en parte, mis cuestionamientos y la de mis colegas escritores; pero, lo más importante… con afirmaciones que dejan entrever que lo dicho por mi persona responde a una triste realidad.
Las razones y justificativos expuestos por esta dama pueden ser valederos, pero, no cabe duda que, con estas medidas, se está limitando al alumno la capacidad de seleccionar su propia literatura de acuerdo a sus aficiones, intereses y necesidades y; por otro, anulando la posibilidad de llegar con nuestras obras ecuatorianas hacia el niño o joven lector que, por experiencias anteriores, sabemos, gustan de leer nuestros libros.
En el tercer punto de su carta, la Dra. Herbas señala textualmente que “la única prohibición existente es la de exigir a los estudiantes de instituciones educativas públicas que compren libros de texto adicionales en las áreas de estudio ya satisfechas por el ministerio con entrega gratuita de textos escolares; salvaguardando así el principio de gratuidad de la educación pública”; señalización que por cierto, me favorece ampliamente, pues, con ello queda demostrado y confirmado lo expresado en mi carta.
Tampoco es menos cierto la evidente ‘monopolización’ de las grandes empresas, en la difusión y comercialización de los libros, a nivel nacional.
Reitero que, gracias a estas políticas y a la competencia desleal de las millonarias empresas y editoriales privadas, los escritores independientes que, a base de nuestro esfuerzo personal y de nuestro propio peculio, logramos publicar nuestras obras, estamos prácticamente condenados a ‘embodegar’ nuestros libros o, simplemente, incinerarlos en una hoguera… aunque esta no sea ‘bárbara’.