El poeta que no necesitaba de premios ni reconocimientos; aquel que renegaba de las mieles del éxito; ese que se diluía en sus propias páginas como deseando minimizarse al punto de casi desaparecer, en un actonarcisista de magia; sí, aquel ignorado por las grandes editoriales y que desde los márgenes de la periferia literaria se dirigió a un círculo de lectores de culto; sí, ese mismo que se paseaba por lospsiquiátricos. Ese, que según algunos, profería insultos y vomitaba desquiciadas mentiras;ese, que según otros, no hacía más que iluminar irónicamente, con sus peculiares verdades, la desquiciante realidad.
Ese, que, en sus versos y vidas – parafraseando a Martin Buber- prefería ser “eso”en vez de “tú”, se nos ha ido como agua entre los dedos, como agua que no sabe que ha pasado a un nuevo torrente que lo ha reclamado al otro lado de la realidad. Ese poeta se llamaba: Leopoldo María Panero Blanc.