Por conveniencia, los funcionarios del actual gobierno han distorsionado su responsabilidad sobre lo actuado en una década de despilfarradora gestión. Organizan fastuosos monólogos -sabatinas incluidas- en los que informan sobre las obras que se llevan a cabo y el costo que tienen las mismas. A estos rumbosos actos los llaman “Rendición de cuentas”, y creen (o nos hacen creer) erróneamente que su compromiso con la sociedad concluyó ahí.
Lo que el país demanda para cuando termine la novelería revolucionaria, es que los organismos de control recuperen su independencia, y realicen una verdadera fiscalización del derrochador accionar de los socialistas del siglo XXI. Casi todas las obras y contratos tuvieron un costo mayor al que se acordaba inicialmente; por lo que exigiremos conocer si: ¿los sobreprecios que se pagaron son justificables?; ¿la calidad de los trabajos realizados están acorde con las normas pertinentes? Como ellos mismo predican, habrá que actuar “hasta las últimas consecuencias”, para lo cual será necesario aplicar su ya famoso y patentado “Prohibido olvidar”.